El arcipreste de Hita se rodea de un grupo de juglares, hombres y mujeres, para poner en escena “El libro del buen amor” esta tarde en el Teatro Principal, según la versión ideada por Agustín Iglesias Novillo, director y fundador de la compañía de teatro Guirigai, con más de cuarenta años en activo.

–Están de gira con esta obra. ¿El teatro clásico sigue teniendo su público?

–Uno de mis primeros montajes en Guirigai, a comienzos de los ochenta, fue “La viuda valenciana”. Ahí comenzaba el despertar por la tradición y el verso, algo que sigue vivo. También se debe al trabajo que han hecho las artes escénicas y la cultura en general de poner en valor nuestros tesoros en España durante la democracia. Lo mismo que con mucha admiración veíamos cómo los ingleses conservaban a Shakespeare y en Francia a Molière, nosotros hicimos lo mismo. No es que se hubiera perdido con el franquismo, ni mucho menos, pero sí que se popularizó y democratizó. Lo que también es verdad es que en esa gran tradición de recuperación de autores siempre hay un canon muy restringido con Lope, Calderón, Tirso y pocos más. Y, dentro de ellos, sus obras más conocidas, como “El alcalde de Zalamea” o “La vida es sueño”. Pero eso también ocurre con Shakespeare.

–¿Qué atrae al público de esta obra?

–Primero, el descubrir un texto que todo el mundo cree que conoce porque lo lee de pequeño. Se revelan versos e historias que, de alguna manera, son parte del acervo de la cultura popular. El arcipreste recoge una gran tradición oral, las influencias árabe y judía, la cultura mudéjar y hasta tradiciones latinas.

–¿Continúan presentes?

–Lo que más se nota es que hemos perdido una gran tradición religiosa y muchos términos están en desuso. Por ejemplo, cosas que generaciones anteriores dábamos por sabidas, como los personajes de don Carnal y doña Cuaresma, pura esencia carnavalesca, no le suenan a muchos adolescentes, para mi sorpresa. Lo que sí sigue vivo es el verso, la música y las historias que nos cuenta a través del enfoque que le he dado con la dramaturgia, aunque me ha costado años conseguir hacer un montaje teatral de este libro.

–¿Se le resistía?

–Es un libro de muchas páginas, historias y reflexiones, sin una estructura dramática. El teatro tiene que condensar tiempo y espacio y ahí está la dificultad con cualquier novela u obra literaria, aunque así es el trabajo del dramaturgo.

–¿Cómo lo consiguió?

–Mi idea fue concebir a un grupo de juglaresas y juglares, una comparsa de hombres y mujeres libres que acompaña al arcipreste. Los juglares no eran analfabetos, sabían leer y escribir, hablaban varias lenguas, como el hebreo o el árabe, porque convivían varias religiones y culturas y había diversidad de lenguas. Se nos habla de un Medievo negro y no era así, aunque la peste y el coronavirus lo pongan todo muy triste. Había variedad, era un mundo muy rico y complejo que se perdió cuando se unificó el territorio, cuando llegaron los Reyes Católicos y decidieron que solo serían españoles los blancos y cristianos y que había que echar a los judíos y moriscos.

–En esta versión se habla de la libertad de la mujer. ¿Era tan feminista el texto original?

–La palabra feminismo no se podría emplear para esa época, el arcipreste no era feminista, sino que hablaba de una sociedad donde había espacios de libertad y uno de ellos era las compañías de teatro, espacios de libertad heterodoxos, por lo que también eran tan perseguidas. El arcipreste se recorre parte de la Meseta para contar sus andanzas, seguramente ficticias, y retrata una sociedad diversa, donde la mujer es mucho más activa y más libre.

–¿El humor sí que se mantiene, traspasando siglos?

–Como dice Darío Fo, el humor es el arma más poderosa y, sobre todo, te distancia de los problemas, te hace verlos y perderles el miedo. Cuando te burlas de un poderoso, le pierdes el miedo aunque él en venganza te corte la cabeza. Con el humor sobre todo estás relativizando la gravedad de las cosas y el poder pierde su principal fuerza, que es el miedo.

–Guirigai se fundó en 1979 y tiene una gran trayectoria profesional ¿Es este el peor momento vivido para la cultura?

–La cultura saldrá de esta, como lo hará la sociedad, el tema es en qué condiciones. Las estructuras de las artes escénicas llevan muchos años de deterioro y ese es el verdadero problema, no que ahora tengamos poco trabajo. Nuestro país tiene una deficiencia de estructuras teatrales públicas con compañías residentes que le den una continuidad, como funciona el resto de Europa. Ahí España se ha quedado como una anomalía teatral. El gran golpe nos vino con la recesión de 2008, ahí se rompieron nuestras expectativas y no las hemos vuelto a recuperar.