Búho: ave rapaz nocturna. Tiene plumas alzadas que parecen orejas. Puede girarlas 270 grados. No hace ni el más mínimo ruido y así ataca... como el puto coronavirus. Búho... tu animal preferido. Toda una colección en tu casa. El único regalo que te hacía y hace feliz, un búho... como buen Gavilán que eres. Cuando hace falta depredador en cualquier hábitat. Y ya lo decía hasta Shakespeare.

Estoy aún en shock tras la llamada de Carmen. Pensando cómo resumir en unas líneas todo lo vivido y aprendido contigo, jefe.

Rebelde, pasional, comprometido.... “Hola bonita”. Tu frase preferida todas las mañanas cuando empezábamos a trabajar en el entonces Gobierno Civil con todo al cargo, sin competencias transferidas. “Hola bonita“. “Hola, jefe”. Y ¡vaya jefe! Contigo al frente, entonces la máxima representación del Gobierno del país, llegó en Zamora una nueva forma de comunicar, de trato con la prensa. Ahí nos conocimos. Los dos con nuestras vivencias del País Vasco. Y la chispa de la amistad saltó como un resorte. Misma forma de hablar, misma empatía, Gavilucho ( solo para los amigos y de broma, porque el jefe era y será el jefe).

Tú venías de las trincheras, de la lucha cuerpo a cuerpo en el País Vasco que yo viví como estudiante, de mirar los bajos del coche, de sentarte en un comedor siempre de espaldas a la pared. Me contabas eso y mucho más. Lo tuyo, Angelito mío, da para un libro.

Al poco de aterrizar en tu tierra natal me dijiste: “Bego, ¿te vienes conmigo para aquí?” Y ni un segundo tardé en responder: ¡Sí!

Y contigo en aquel Gobierno Civil crecí. Sí. Te lo reconozco ahora que crecí. Y también en sentido del humor, de tratar de estar en tu sitio, de los motes cariñosos (¿recuerdas a nuestro tío Garbanzo y a nuestro tito Litri... de primera profesión electricista y de segunda ministro?).

En el mismo lugar en el que vi crecer a tu hija Helena, a la que chapurreaba frases en euskera para que te partieras de risa. Todo con la complicidad de Maribel, Upe, Pilar y tantos otros. Porque supiste hacer de una Administración una familia. Luego vino tu boda con mi querida Carmen, primero compañera de lucha sindical y luego de vida. Ha sido la primera boda de un gobernador civil en Zamora. Estuvimos todos. ¡No faltó ni el presidente del PSOE! Y nada de institucional. Lo pasamos como tú y Carmen queríais, genial.

Gavilucho... La última vez que hablamos, me llamaste tú. “Solo quiero que sepas que te quiero”, me dijiste. Oye, bonito, no es que te quiera, es que te adoro.

Y ese verano en el que mi sobrina mayor, Tania, me preguntó si podía pasar la noche en casa de una amiga en Cazurra. Y yo en ausencia de sus padres le dije que no. Y ella: “Bego que sus padres son muy majos y él colecciona búhos”. Y yo: “¿Se llama Gavilán?”. “!Sí!” Y para allí que fue. Con el mismo recibimiento paternal que con el resto: “Hola, bonita mía”. Y tras ella mi segunda sobrina Naroa, “Hola, bonita”. Pero ella ya iba avisada, que Gavilán solo hay uno que te trate desde el minuto uno como de la familia. Gracias Ángel, gracias Carmen y gracias Helena.

Agur, Gavilán. Vuela y danos buenos consejos.