Regresa a Zamora con un disco debajo del brazo. El músico y experto en melodías e instrumentos antiguos, Abraham Cupeiro, presenta esta mañana (12.00 horas) en la Biblioteca Pública del Estado su trabajo “Pangea”, donde recorre musicalmente todos los continentes con los sonidos de nuestros antepasado y acompañado por sus originales instrumentos.

–No es la primera vez que visita Zamora, pero en esta ocasión llega acompañado de su nuevo disco, “Pangea”. ¿Qué se va a encontrar el público en el biblioteca?

–En Zamora tengo muy buenos amigos y haremos la presentación de este disco, grabado en los estudios Abbey Road con la orquesta sinfónica Royal Philharmonic de Londres. En este trabajo hablo de los cinco continentes y tocaré los instrumentos ancestrales protagonistas que han descrito el paisaje sonoro de cada uno de ellos. Termina convirtiéndose en una charla con el público, además del concierto.

–¿Qué supone este disco para su carrera?

–Sobre todo una visibilidad a un trabajo que llevo haciendo desde hace muchísimos años y que me ha permitido meterme en otras dimensiones. Y no solo en el mercado nacional, ya que el disco se ha editado por todo el mundo, desde Taiwan hasta Bélgica, pasando por Japón, Alemania o, por supuesto, Reino Unido.

–Y además ha estado muy bien acompañado.

–Poder grabarlo con la Royal Philharmonic Orchestra, una de las cinco mejores del mundo, y en unos estudios como los de Abbey Road supone un salto es muy grande, más que nada por la visibilidad que me ha dado. Además, al final la calidad se nota. En un solo día grabamos con más de 27 instrumentos, todos a la vez, como antiguamente, sin trampa ni cartón, y ha quedado un disco muy orgánico.

–¿Qué es lo que más puede sorprender al escucharlo?

–Lo que más sorprende son esos sonidos que vienen del pasado, de culturas diferentes, pero que, al mismo tiempo, nos resultan muy familiares, porque la música es el lenguaje que sigue resonando en nuestro interior. Hay muchos aspectos pintorescos, instrumentos súper raros, pero, al mismo tiempo, uno se va a dar cuenta de que nuestros vecinos de Australia no son tan diferentes a nosotros. Al final, el ser humano piensa igual y tiene la misma necesidad de hacer música.

–Las melodías pueden resultar muy curiosas, pero lo son aún más los instrumentos que utiliza.

–Por supuesto, porque además hay algunos que solamente tengo yo. Por ejemplo, ahora he reconstruido unas trompetas irlandesas de la Edad de Bronce de más de cuatro metros. Son instrumentos muy espectaculares pero que tienen un discurso sonoro muy atrayente para el público. En Zamora sobrevolaremos todo el planeta a través de estos carnets sonoros.

–Se describe como constructor y multiinstrumentista. ¿Cómo es el proceso para recrear uno de esos instrumentos ancestrales?

–A veces es un proceso muy difícil, porque hay muy pocas fuentes de donde copiar, pero otras veces es más sencillo. Por ejemplo, he construido instrumentos que están en el Museo de Nápoles, donde he ido a verlos y medirlos. Pero aún así, después hay que facturarlos, hacerlos, y no he tenido ningún maestro, sino que he aprendido yo solo. Es muchísima la bibliografía que he tenido que leer, aunque ahora con el acceso a Internet la información es más sencilla de conseguir que hace veinte años. Poco a poco, vas sacando pequeños granitos para unirlos. Normalmente existe poca información y muy sesgada, así que se convierte en un trabajo muy arduo.

–Así obtiene más satisfacción cuando se crea un nuevo instrumento y suena. ¿Hay alguno al que le tenga un aprecio especial?

–Quizá el que más le llama la atención a la gente, que es el karnyx, nuestro buque insignia. Es esa trompeta céltica, de más de tres metros de altura, que está coronada en su extremo con una cabeza de animal feroz. En mi caso, opté por una suerte de serpiente o dragón.

–¿Tanto trabajo de investigación sobre nuestros antepasados le ha confirmado que la música forma parte intrínseca de la condición humana?

–Está claro que la música estaba presente antes que el lenguaje conceptual, el que nos sirve para comunicarnos. Aparte, para el ser humano en sus discursos de rituales la música jugaba un papel importantísimo, sobre todo para trasladarlo a otra dimensión que los antiguos siempre estaban buscando. Al final, la música es como una máquina del tiempo, pero real, porque te puede transportar a miles de años en la antigüedad y, a la vez, te puede hacer descubrir otra dimensión. Es una suerte de poción mágica o recurso que utiliza el ser humano para evadirse de este mundo terrenal.

–¿Hay que ser un apasionado de la música para dedicarse a este trabajo?

–Yo hago música con instrumentos antiguos, pero los cojo y recreo la música con mi idea de lo que me sale de mi cabeza. Evidentemente, he realizado muchísimos estudios, pero al final siempre intento hacer un discurso que sea cercano al siglo XXI e incluso pensando en algo más futurista, porque aunque estos sonidos sean del pasado, nos vislumbran un futuro diferente.

–¿La música antigua tiene entonces cabida en el panorama actual?

–Sin duda, lo antiguo siempre ha estado presente. En el Renacimiento la gente miró atrás para crear algo nuevo, como Picasso cuando cambió de serie, que lo hizo cuando vio una exposición de arte africano en París. El ser humano vuelve atrás, lo pasa por su filtro y al final nace algo nuevo, siempre ha sido así.

–Como aficionado, ¿cuáles son sus gustos musicales?

–Soy un consumidor de música voraz y muy promiscuo, a mí me gusta desde Supertramp hasta Schubert o un grupo de música armenia. No entiendo a esa gente a la que solo le gusta un estilo de música. Por supuesto, habrá algunas músicas que yo desconozca y no sé si me gustan, pero disfruto de todas las dimensiones de la música.