El País Vasco aportó más de 4.300 pacientes. | JCyL

Doce mil personas que habitualmente residen en comunidades limítrofes a Castilla y León realizaron los trámites para figurar como desplazados en la sanidad pública de Zamora durante este verano, y la mitad fueron madrileños. Los datos de las cartillas de desplazados indican que el movimiento de huida de la capital de España comenzó ya en junio, con 778 ciudadanos que pidieron la cartilla de desplazados, llegó a su culmen en julio, con 3.213 y se mantuvo elevado en agosto, con 2.123. Se trataba de desplazamientos de larga duración, ya que a finales de agosto 6.003 madrileños seguían apuntados al sistema sanitario de Castilla y León en Zamora.

El fenómeno no sólo se circunscribió a Madrid sino que en mayor o menor medida se produjo con otras comunidades vecinas, hasta alcanzar los 12.006 desplazados. Hubo otra comunidad con un fuerte flujo de residentes hacia Zamora, el País Vasco, que alcanzó los 4.303 desplazados. Como ocurrió con los madrileños el movimiento empezó en junio, con 401 personas que habían solicitado la cartilla de desplazado, alcanzó su punto álgido en julio, con 2.356, y continuó en agosto, con 1.593.

Estos son los datos oficiales de desplazamientos que se pueden obtener de una fuente muy fiable, que son los archivos de Sacyl. Sin embargo no toda la gente que veranea en Zamora realiza el trámite de cambio temporal de médico, por lo que estas cifras dan una idea de la existencia del fenómeno pero seguramente se quedan cortas en su magnitud.

Lo cierto es que esta mayor movilidad que se registró en la provincia, no sólo por parte de ciudadanos llegados de fuera, sino también los que se desplazaron desde la capital a sus pueblos de origen propició que en el mundo rural de Zamora, que durante la primera oleada de la pandemia permaneció relativamente protegido de lo más crudo de la infección, pasara a registrar brotes más o menos numerosos, pero motivados casi siempre por lo mismo: reuniones familiares o sociales de personas de distintos orígenes o encuentros juveniles sin tomar demasiadas medidas de seguridad. Ya desde entonces las autoridades sanitarias y las municipales empezaron a tomar medidas. Si en alguna localidad hubo alguna esperanza de retomar algún tipo de festividad, la idea se descartó de cuajo y Zamora entró en una dinámica más equiparable al del resto de territorios, demostrando que tampoco era la isla que parecía en la primera oleada del coronavirus. Con el regreso de los veraneantes los pueblos volvieron a quedarse desiertos y el problema se trasladó a las localidades mayores, ayudado también por los virus que han logrado colarse en algunas residencias que se habían librado de la primera oleada, donde ha hecho estragos. Ahora sólo cabe esperar que las medidas individuales y colectivas logren evitar que se llegue a medidas de confinamiento, que ya amenazaron a la capital.