En un atípico inicio de curso, los nervios ayer en las puertas de los colegios se dejaban ver más entre los mayores que entre los niños. Los padres reconocían tener cierto miedo a esta vuelta a las aulas, mientras que sus hijos estaban deseando cruzar la puerta de su colegio —de forma ordenada, según los iban llamando— para reencontrarse con sus compañeros medio año después.

En lo que la mayoría de las familias coincidían es en la buena organización de los centros. “Los equipos directivos han hecho un esfuerzo extraordinario”, agradece una madre del colegio José Galera, quien aseguraba que el mejor paso que se ha dado ha sido “intentar retomar la normalidad” y que ahora confía en que todas las medidas que se han tomado “sean eficaces”. Entre ellas destaca el desdoble de los grupos de Infantil, en los que hay una media de doce alumnos en ese colegio. “Eso da a los padres mucha tranquilidad”, asegura.

Precisamente la falta de esa posibilidad en otros colegios concertados como el Sagrado Corazón de Jesús era la principal preocupación de otra madre. “Aquí los grupos burbuja son de hasta 25 alumnos y aunque está legalmente establecido, creo que pierde un poco de efectividad que haya tantos niños en clase sin tener mascarilla ni respetar unas distancias de seguridad, que no son obligatorias por ley”, explica. “Soy muy partidaria del comienzo del colegio de forma presencial y con los niños pequeños sin mascarilla, pero con unos ratios más bajos, como existen en los públicos”, compara. Aun así, subraya que es importante que los niños hayan empezado las clases presenciales. “Es algo muy positivo para ellos y aunque pueda implicar un riesgo muy grande, las familias lo asumimos porque sabemos que tendrá más efectos positivos que negativos”.

Otro padre del mismo colegio valora la forma tan segura de acceder al centro. “Se ha puesto una franja de veinte minutos para que los niños, y los padres, no se agolpen a la entrada todos juntos. Los llevan directamente al patio y allí se colocan en filas según su clase, siguiendo las líneas marcadas en el suelo. Es cada profesor el que lleva a sus alumnos al aula, sin cruzarse con otros grupos”, explica, agradeciendo además la reunión telemática que en días previos tuvieron con responsables del centro para explicarles todo el protocolo. “Antes de la reunión había más dudas pero ahora, al ver lo bien que está organizado todo, uno se queda más tranquilo”, admite.

En otro colegio del casco antiguo de la capital, el Gonzalo de Berceo, la entrada del primer día de clase transcurrió también sin incidencias —donde, al igual que en otros centros, se contó con la ayuda de agentes de la Policía Municipal para regular el tráfico y transito de peatones— y los padres valoraron la organización. “Ha habido buena colaboración también por parte de las familias y, aunque en la salida ha habido un poco más de aglomeración, creo que entre todos iremos afinando poco a poco el sistema para que sea más fácil”, vaticina una de las madres, que también reconoce que los mayores tenían un poco de miedo ante esta nueva normalidad, “pero los niños necesitaban venir al colegio y lo han llevado mejor que nosotros. Creo que si los padres somos responsables, transmitiremos este comportamiento a los niños y sabrán cómo comportarse”, argumenta.