Para algunos, pasa desapercibido. Para otros, el mural de Dalí que adorna la calle Industria de Moraleja del Vino es perfectamente conocido y admirado por su realismo. La obra se refugia en una pequeña vía del municipio desde hace tiempo, y sustituye a otra anterior que ya no se conserva y que retrataba también al pintor catalán. Tal como explica su autor, Javier Robledo, conocido en el mundo del graffiti como Xav, “la idea surgió porque me gustaba mucho hacer realismo y pintar retratos, y al ver que la primera imagen había desaparecido, volví tiempo después con otra diferente”.

De esta manera, el artista urbano no se mueve por una admiración concreta hacia Dalí, sino más bien por haber descubierto, en 2014, el gusto por el retrato más realista. Sea como sea, el famoso pintor español ha encontrado su hueco en Zamora de la manera más original, y no hay mejor momento que el presente para permanecer refugiado en una provincia alejada de la masificación, el estrés y la incertidumbre de estos tiempos.

El vínculo entre la provincia zamorana y Javier Robledo, procedente de Gijón, es un amigo natural de la localidad al que visita en ocasiones. Estos encuentros han propiciado el nacimiento de murales como el de Dalí, “pero también de otros que pueden verse tanto en Zamora capital como en puntos de las afueras”, como explica el artista de Gijón.

Desde que el pintor urbano decidiera sustituir la obra destruida por la actual, esta permanece sin retoques ni aparentes deterioros. A pesar de su talento con los murales, Javier Robledo ha demostrado ser igual de prolífico en el arte del tatuaje, sector en el que trabaja en la actualidad. El muralista se ha dedicado a la pintura en paredes desde hace una quincena de años, aunque ahora está más enfocado en su trabajo como tatuador, y tiene un estudio en Gijón. Sus diseños, muy demandados, contienen también ese toque tan personal y caracterizado por el realismo más puro, al igual que la pintura callejera que tiene su firma.

El mural de Dalí forma parte de una serie de pinturas en paredes que adornan la provincia de Zamora, de diferentes artistas, y cuya difusión se potencia cada vez más, debido a la belleza de su contemplación y el valor añadido del esfuerzo que conlleva su realización para que otros puedan disfrutar de este arte en un museo tan particular como es la calle. Las obras dan vida a muros antes blancos, y ahora, llenos de color.

Retratos como este, pero también sobre otros motivos se han convertido ya en un signo distintivo de Zamora, entre templos románicos y edificios modernistas, a veces ocultos para la gran mayoría, y en otras ocasiones a la vista de todos los viandantes.