“El tesoro de Arrabalde apareció de forma incontrolada en 1980 y 1981, lo encontró un señor con un detector de metales e hicimos una excavación”. Así resumió hace dos décadas Germán Delibes, arqueólogo hijo del gran Miguel Delibes, el hallazgo del llamado tesoro de Arrabalde. “Fue una sorpresa comprobar que estaba compuesto de tantas joyas prerromanas, nada menos que seis kilos de oro y plata”, detallaba.

En realidad, sus palabras hablaban de lo encontrado a principios de la década de los ochenta, pero igualmente ocultaban el rosario de vicisitudes a las que Delibes de Castro tuvo que enfrentarse por su intención de profundizar en las excavaciones de Las Labradas. La oposición de los vecinos de Arrabalde vino motivada por el miedo de aquel que ve llegar al intruso que quiere llevarse lo que no es suyo. El suceso tiene miga, porque el propio Delibes padre noveló el asunto en un libro ya descatalogado, titulado “El Tesoro”, donde el maestro de la literatura castellana recrea los episodios acaecidos. Lo curioso, aunque se desconozca, es que Antonio Mercero aceptó el reto en 1988 de dirigir una película de título homónimo, protagonizada por Álvaro de Luna.

La polémica no impidió que Germán Delibes sistematizara sus estudios sobre Las Labradas y publicara su investigación. Avances que más adelante retomó el profesor Ángel Esparza, quien retomó las excavaciones para conocer mejor el modo de vida de los astures en el castro de la sierra de Carpurias. Más de tres décadas después, un grupo de arqueólogos de Castilla y León y Cantabria han retomado el estudio del castro zamorano. Pero, ¿por qué este vacío en la investigación de un yacimiento arqueológico tan interesante?