La pandemia ha dejado historias que muchas personas no olvidarán fácilmente y por ello deciden dejarlas como huellas en su piel. Uno de estos relatos lo cuenta Lorena San Román, propietaria del estudio de tatuajes y piercing Rizo Tatto: “La historia trata de una mujer que estaba muy grave en la cama del hospital por COVID. Ya había perdido a su suegro y su marido también se infectó. Fue su hija la que tuvo más suerte. En cada comida, desayuno y cena, la mujer recibía en la bandeja del hospital una pequeña nota escrita a mano con todo el amor que su marido le podía dar desde fuera. Finalmente, la mujer superó la enfermedad y decidió que una de esas frases quedase impresa en su piel para siempre. "Siempre Juntos”. La tatuadora detalla que “el estilo de letra del dibujo es la propia caligrafía del marido”.

Esta es una de las historias, convertidas en obras de arte permanentes, que acompañarán al protagonista durante el resto de su vida. Con aguja y tinta en mano el profesional de este sector tiene que llegar a comprender lo que la persona quiere y saberlo interpretar al milímetro. “Es una de las cosas más difíciles del mundo del tatuaje”, explica Jesús Villarino, gerente del estudio Amor de Madre en Zamora.

Historias inolvidables que contrastan con las dificultades que, al mismo tiempo, el virus entraña para los profesionales del sector del tatuaje y las exigentes normas sanitarias que han de cumplir. Por ejemplo, tener que estar vacunados ante ciertas enfermedades, la utilización de guantes impermeables de un solo uso, la esterilización y desinfección del material que se vaya a utilizar –y si cae al suelo reemplazarlo– o utilizar barreras de protección frente a posibles salpicaduras de sangre o cualquier tipo de fluidos.

Lorena San Román realiza un tatuaje en Zamora.

A todas estas medidas hay que añadir las propias del protocolo del COVID-19. Lorena San Román es muy explícita y se niega a realizar piercing en sitios del cuerpo que favorezcan la propagación del virus, como son la lengua o la nariz. “Trabajo sola, cuando estoy manos a la obra, cierro el local para que no entre nadie. Así estoy más tranquila”. Además, explica que toda persona que entra está obligada a desinfectarse “tanto a la entrada como a la salida, así que entra igual que sale”. La tatuadora recalca que sabe que “es un sector en el que hay que tener muchísimo cuidado y encima ahora más”.

Respecto a las posibles modificaciones que ha sufrido este tipo de establecimientos a causa de la nueva normalidad, Jesús Villarino, gerente del estudio Amor de Madre, señala que “no hemos tenido problemas para adaptarnos ya que éramos buenos conocedores de la lucha contra las propagaciones de cualquier tipo de virus”, y prosigue que el único inconveniente es que las pautas de limpieza y aforo limitado “disminuyen el número de clientes que podemos atender en un día, pero hemos aumentado el horario de trabajo con el fin de poder compatibilizarlo con la limpieza extrema entre cliente y cliente”.

El sector del tatuaje no ha sufrido bajas, los clientes tienen muchas ganas de venir”, explica Lorena San Román. Aun así, señala que tuvo que “abrir la tienda más tarde que el resto y todavía hay que recuperar a la gente perdida que ya tenían bonos pagados”. Los establecimientos de piercing y tatuajes siguen manteniendo el ritmo de trabajo y Jesús Villarino, incide en que “antes de la pandemia teníamos la agenda llena y cuando hemos vuelto abrir seguíamos teniendo la misma cantidad de citas”. Delante de él, el joven zamorano Ángel Fernández, comenta, mientras tiene el brazo extendido, que es el tercer tatuaje que lleva en el cuerpo: quiere añadirle el nombre de sus padres. “Es una cosa que me apasiona y me encanta, pero hay que buscar el momento oportuno”, revela Ángel, quien explica que tomó la decisión de realizarse su primer tatuaje durante su luna de miel, un diseño que comparte, en el otro brazo, con el dibujo de un infinito junto con el nombre de sus hijas.