Si el COVID ha dado la vuelta a la vida de todos las personas, la crudeza de esta pandemia está siendo un auténtico mazazo para cientos de zamoranos con discapacidades físicas e intelectuales, con Trastornos del Espectro Autista (TEA) o esclerosis múltiple. Al retroceso que ha supuesto en su evolución el confinamiento de tres meses largos, se agregan las dificultades para adaptarse y normalizar su día a día con las restricciones impuestas para evitar contagios en una población tan “vulnerable”, explican los responsables de asociaciones consultadas. El coronavirus ha puesto patas arriba la programación de estas organizaciones, no solo los servicios habituales para que sus usuarios ganen autonomía personal y habilidades sociales, como las sesiones de rehabilitación o los talleres específicos, sino las actividades de verano y otras encaminadas a dar un respiro a sus familias.

Es el caso de la Asociación Autismo Zamora, que este año ha suspendido su campamento estival, al que acudían en torno a 16 niños de entre 4 y 18 años, y visto reducida su amplia actividad de otros veranos a un programa de respiro para las familias con solo dos pequeños en sus instalaciones de la Ciudad Deportiva, espacio transferido para todo el año por el Ayuntamiento de Zamora, dividido en tres salas pequeñas de intervención y una oficina.

A las limitaciones impuestas por el COVID-19, que han llevado a la institución local a descartar la cesión habitual de otra sala a Autismo Zamora para que sus usuarios realicen actividades de verano, se suma “el miedo de las familias al contagio del virus, a pesar de que seguimos todas las precauciones, toma de temperatura o doble pantalla para los profesionales”, explica la presidenta, Maribel Ramos. Los usuarios no están obligados a llevar mascarilla, no las toleran por las características del TEA. Las actividades de ocio, pues, se han limitado “al mínimo, pues al no contar con la sala grande” resulta imposible llevar más allá la programación, añade sin reproche alguno al Consistorio, al que agradece su respaldo.

En las tres salas pequeñas, desarrollan “un programa de apoyo educativo con una profesional y un niño en cada sala” durante tres horas por la mañana, agrega Ramos, lo que sirve para compensar los efectos del parón educativo sufrido por los usuarios, “muy perjudicados porque por vía Internet o plataforma escolar no podían seguir las clases durante el confinamiento”. De este refuerzo se encargan psicólogas, logopedas y pedagoga, entre otro personal. Los usuarios juegan y se trabaja su autonomía personal, desde comer una fruta hasta asearse.

Idénticas situación viven en Aspace, que ha suspendido su campamento urbano, “no se podían mantener distancias de seguridad por las dificultades respiratorias, los problemas asociados” a la parálisis cerebral, explica la trabajadora social, Susana Gutiérrez. “Talleres, juegos, salidas a la piscina, excursiones...” han quedado en el aire. La actividad se reduce al “trabajo de sesiones de fisioterapia y terapia ocupacional, y logopedia con un usuario por profesional. Las sesiones grupales se han suspendido”, por tanto, las de terapia también, lo que interrumpe la evolución positiva de los usuarios. El ocio y tiempo libre se ha reorganizado “a base de juegos y manualidades”. Y el programa de respiro que se gestiona con el Imserso para que los usuarios viajen se ha ido al traste.

Los zamoranos con esclerosis múltiple tampoco han escapado al “retroceso” derivado del confinamiento, indica el psicólogo de AZDEM, Manuel Arias. Superada esa fase, las medidas de seguridad obligan a reducir las sesiones de logopedia o fisioterapia con un máximo de cuatro usuarios; o la atención psicológica que ha pasado ser únicamente individual.