En un verano tan atípico y con tan pocas posibilidades, los museos se han convertido en una de las principales atracciones de turistas y zamoranos. Las dificultades para planear vacaciones en grupo y la disminución de las actividades de ocio han dado paso a un verano más cultural, en el que sobresalen los viajes en pareja o en familia para conocer los encantos de los rincones españoles. Este viraje en la marcha del turismo ha beneficiado a las exposiciones zamoranas que, a pesar de haber reducido su afluencia, ven crecer progresivamente sus cifras de visita.

Una pareja de turistas aguarda su turno en la entrada del Museo Etnográfico de la ciudad. Los visitantes, procedentes de Madrid, decidieron interrumpir su viaje entre la capital y Braganza para visitar Zamora. “Teníamos muchas ganas de visitar Zamora, y especialmente este museo, del que hemos recibido muy buenas referencias”, explican.

El Etnográfico recuperó la actividad tras el confinamiento el día 29 de mayo. Tras un periodo de escaso movimiento, la galería empieza a incrementar su actividad. “El primer mes fue muy malo, ya que aún no se había levantado el estado de alarma y la gente apenas podía desplazarse. Sin embargo, a partir de julio hemos remontado el vuelo”, reconoce Pepe Calvo, director del Museo.

La reducción del aforo y la imposibilidad de realizar las actividades habituales del centro han llevado a una caída de las visitas. “Antes venían autobuses de cuarenta o cincuenta jubilados que te llenaban el recinto. Ahora, la imposibilidad de viajar en grupos tan grandes hacen que las visitas se reduzcan a parejas o familias”, añade el director.

Otro de los aspectos que se hace notar es la procedencia de los visitantes, que refleja un turismo de corto recorrido. “En veranos anteriores hemos recibido a muchos extranjeros y gente de todas partes de España. Sin embargo, las restricciones y el miedo hace que la mayoría de los visitantes sean de la provincia, de Castilla y León o de Madrid”, afirma Áurea Pascual, encargada de la recepción de la galería.

A pesar de las dificultades, ambos son optimistas y consideran que las cifras van a seguir creciendo durante el próximo mes. “Si todo sale bien, recuperaremos las visitas guiadas de diez o doce personas en agosto, lo que nos permitirá reunir a más gente en el recinto”, declaran.

El Museo de Semana Santa representa el otro lado de la moneda. La crisis del coronavirus obligó a la exposición a demorar su regreso hasta mediados del mes de julio. Sin embargo, los resultados postreapertura no podían ser mejores. La gratuidad de las entradas hasta finales de mes, unida a las ganas de los zamoranos por tener un ‘trocito’ de Semana Santa en un año sin ella, ha elevado las cifras del museo a más de sesenta visitantes diarios. “La entrada gratuita es una forma de devolver a los zamoranos un pedazo de una Semana Santa que no han podido disfrutar”, afirman. La galería está realizando visitas guiadas de hasta 25 personas, cifra que “esperan poder aumentar a lo largo del verano”. Además, desde el museo consideran que “la procedencia de los visitantes está muy repartida. Vienen casi tantos visitantes locales como forasteros”. Zamoranos y visitantes cuentan, además, con otros centros de referencia con un valor excepcional en sus exposiciones: el Museo de Zamora en la plaza de Santa Lucía, el Catedralicio y el Diocesano de Santo Tomé.

Si algún aspecto positivo podía tener un verano como este, ese es el refuerzo de la cultura. La cancelación y las estrictas restricciones en otras actividades de ocio, especialmente el nocturno, hacen que la gente se vuelque con un turismo cultural que otros veranos ha estado más infravalorado.