La historia de este pequeño podría haber sido totalmente distinta de no ser por unos agentes y por el testimonio de un camionero, que vio a una mujer en una carretera de la localidad alicantina de San Isidro con las piernas manchadas de sangre y un manojo de mantas en brazos. Dieron con ella en una casa en ruinas, donde había manchas de sangre en el suelo. Siguieron con las batidas hasta que encontraron unas mantas tiradas en un descampado. Debajo estaba el bebé todavía con el cordón umbilical. Noa, bautizado así por sus enfermeras, ya está a salvo en la unidad de neonatos, mientras que su madre ha ingresado en prisión provisional.