Francia vota con las sensación de estar en una encrucijada histórica, unas elecciones en las que la clave no está en los las partidarios de los dos rivales en liza. Como el parisino, por ejemplo, que ve a Macron como un buen presidente. Y alaba su inteligencia. O la vecina del norte que ve en las urnas un dilema -"Sobrevivir en Europa con Macron o vivir en Francia con Le Pen"- y se queda con lo segundo. El peso de esos votos se sabe. Lo decisivo es lo que aún no se conoce.