Donald Trump llevaba escasos dos minutos de su habitual rueda de prensa sobre la situación del coronavirus en Estados Unidos. Uno de los agentes del Servicio Secreto se acerca, le interrumpe y le insta a salir. Escoltado, el presidente abandona, de inmediato, la sala de prensa de la Casa Blanca. Afuera, gran despliegue de las fuerzas de seguridad. Trump no tarda en reaparecer y, sin tapujos, explica lo que ha ocurrido: un tiroteo fuera de la residencia presidencial. En esta ocasión, no ha tenido que refugiarse en el búnker, como ya hiciera en mayo por las protestas raciales. Tranquilamente, continúa con la sesión informativa y no duda al responder sobre los niños y el coronavirus: "No se enferman mucho, ni lo contraen fácilmente, por lo que las escuelas tienen que abrir".