Parece que con el inicio del ramadán se vive una cierta calma en Egipto. En su mes sagrado, los seguidores del despuesto presidente se congregan en las mezquitas. Una celebración, dicen, que debería de ser alegre pero este año lloran el derramamiento de sangre de los suyos en el ataque del pasado lunes, donde murieron más de medio centenar de personas.