El trastorno del espectro de autismo es producto de un desequilibrio neurobioquímico que se desarrolla en los dos primeros años de vida y cuyo origen se desconoce, ha dicho a Efe Carmen Jiménez de Espinoza, miembro del grupo de investigación de Neuroquímica y Neuroimagen de la Universidad de La Laguna.

Este grupo ha detectado un posible biomarcador del mismo por medio de la técnica no invasiva de espectroscopía cerebral por resonancia magnética, si bien debe ser validado con nuevos estudios, y confirmarlo ayudaría a realizar un diagnóstico precoz y además sería una diana farmacológica para un tratamiento que podría mejorar mucho la vida de los pacientes.

En la actualidad el tratamiento que reciben las personas con un trastorno del espectro de autismo es de intervención temprana con estimulación y enseñanza del lenguaje, y así ayudarles a que tengan un mínimo de autonomía tanto para sus necesidades básicas.

Carmen Jiménez de Espinoza recordó que dentro del espectro de autismo hay un amplio abanico que va desde autismo "clásico" hasta el que posee "otras enfermedades conjuntas como la epilepsia y la esquizofrenia" y además del llamado síndrome de Asperger, que son personas brillantes pero tienen como limitante la dificultad de relacionarse socialmente.

Aunque no tienen problemas de conductas repetitivas y de habla, los mayores inconvenientes los tienen cuando llegan a la adolescencia, con la necesidad de tener amigos y pareja, pues se encuentran con el vacío de que no saben cómo hacerlo.

La investigadora opinó que los psicólogos hacen lo que pueden en el sentido de intervención educativa en personas con trastorno del espectro del autismo, pero no pueden ir mucho más allá y, agregó, no es suficiente con esperar a que el tiempo pase, la intervención ha de ser precoz y continuada.

El trabajo realizado por el grupo de Neuroquímica y Neuroimagen de la Universidad de La Laguna que dirige José Luis González-Mora debe ser validado para decir qué áreas del cerebro están afectadas neurobioquímicamente por este trastorno cuyo origen se desconoce, señaló la investigadora.

Explicó que el trastorno del espectro de autismo se desarrolla en los dos primeros años, cuando se forma la corteza cerebral, y a partir de los dos años la persona debe tener adquiridas ciertas rutas en el cerebro que le permitan hacer todas las actividades que debería realizar a esa edad.

El intento de diagnóstico generalmente se realiza a partir de los dos años e incluso a partir de los 6, cuando la escuela da la alarma, si bien investigaciones recientes han revelado que con seis meses de edad se puede detectar algo similar a una especie de intencionalidad de que algo no va bien.

Con la técnica utilizada por Carmen Jiménez se ve cómo varía el metabolismo neuroquímico en el cerebro de las personas con el trastorno del espectro de autismo, y los investigadores han observado áreas cerebrales que están muy comprometidas sobre todo con el desarrollo de las habilidades sociales, que en personas con autismo están bastante disminuidas.

Este equipo de investigadores también utiliza la técnica de seguimiento ocular (eye-traking), como una alternativa "muy buena" para hacer el estudio en niños muy pequeños, a los que se evita entrar en una resonancia, comentó Carmen Jiménez.

Además, trabajan para validar el test del cociente autista (AQ) de Barón Cohen como instrumento para medir el grado de manifestación de los rasgos del espectro de autismo.