"Quiero amarte sin absorberte, apreciarte sin juzgarte, unirme a ti sin esclavizarte, invitarte sin exigirte, dejarte sin sentirme culpable, criticarte sin herirte, y ayudarte sin menospreciarte. Si puedo obtener de ti el mismo trato, podremos conocernos verdaderamente y enriquecernos mutuamente". Son palabras de la terapeuta estadounidense Virginia Satir recogidas en su libro 'En contacto íntimo' (1976). ¿Quién no querría una relación de pareja así?

Y si las metas están claras, ¿por qué tantas veces acabamos envueltos en historias de amor (o supuesto amor) que nos hacen sufrir? Los cuentos de príncipes y princesas, la idea del "vivieron felices y comieron perdices" han hecho mucho daño: "nos dicen que la relación de pareja siempre acaba bien, que la chica encuentra a su príncipe, el hombre perfecto con quien es feliz el resto de su vida. El problema es que la realidad no acostumbra a ser así", explica la psicóloga y experta en dependencia emocional Silvia Congost. "¿Qué pasa si no es todo tan bonito? ¿Si somos infelices al lado de ese supuesto príncipe o princesa? Al creer en esas historias perfectas no tenemos ni idea de dónde poner los límites o en qué momento y cómo irse sin mirar atrás", añade.

Si duele, no es amor

Nos han contado muchas mentiras sobre el amor: "quien te quiere te hará llorar", "amor es darlo todo sin recibir nada a cambio", "hay que luchar para que las relaciones funcionen" -recoge Congost en su libro 'Si duele, no es amor'(2017)-pero lo cierto es que "una lucha es un espacio en el que hay heridos y una relación basada en el amor no tiene nada que ver con esto. La relación que funciona es la que es fácil, la que fluye, con quien funciona la parte sexual, con quien tenemos una total complicidad y quien va a estar ahí para lo que necesitemos y nunca intentará herirnos, sino todo lo contrario. Esto no quiere decir que no haya conflicto, pero son problemas que se pueden resolver desde la comunicación y nos permiten seguir siendo nosotros mismos".

Si no hay amor, si la realización personal se ve obstaculizada o si existe un maltrato físico o psicológico, la relación debería cortarse. Quedarse es síntoma de "dependencia emocional, de un "enganche tóxico" a otra persona. Esta adicción se asemeja a la que produce el alcohol, el tabaco u otras drogas, con su respectiva necesidad de consumo, síndrome de abstinencia y, también, tratamiento. Un abordaje terapéutico que, en la mayoría de los casos, pasa por fortalecer la autoestima.

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Fortalecer la autoestima

"No todo el mundo que tiene baja autoestima tiene que acabar en una relación tóxica, pero sí que todo aquel que está atrapado en una historia que no funciona tiene la autoestima baja. Y es este rasgo el que genera el miedo a no encontrar a otra persona que quiera estar con nosotros, que nos elija y con quien formar esa familia ideal que se espera y para la que nos han educado", dice Congost. "En pocas sesiones se le ayuda a entender que no necesita a esa persona y que su vida será muchísimo mejor alejándose".

A todos nos gustaría ser los príncipes y princesas del cuento y creer en un amor que dure toda la vida. Ese amor puede darse, por supuesto, pero cuando se inicia una relación con una persona no hay garantía de que vaya a ser así. Prometer "hasta que la muerte nos separe" es pasar por alto que el ser humano está en constante cambio y evolución, recuerda la experta: "puede llegar un punto en el que los miembros de una pareja hayan crecido a distinta velocidad y en distinta dirección y nadie debe entender esta promesa como una prisión de la que no debe salir".

"¿Y si cambia?" Esta es quizá una de las preguntas más recurrentes que se hacen las personas que viven una relación de dependencia emocional. A lo que la experta argumenta: "lo que hay que hacerles entender es que si necesitas que tu pareja cambie para estar a su lado es que ya no te gusta cómo es, entonces ¿por qué eliges seguir con esa persona? Es la persona equivocada".