Una revisión de estudios financiada por la Comisión Europea ha revelado que las condiciones socioeconómicas pueden condicionar la esperanza de vida y acortarla en más de dos años, un impacto similar al que causa el sedentarismo y superior a otro factor de riesgo como el consumo elevado de alcohol.

El trabajo, publicado en la revista 'The Lancet', es el primero que compara la esperanza de vida entre personas de diferente estatus socioeconómico y la correlaciona con otros factores de riesgo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya asocia a una mayor mortalidad. Sin embargo, el estatus socioeconómico no es considerado todavía como un factor relevante por la institución internacional.

"Se sabía que la educación, la renta y el trabajo afectan a la salud, pero pocos estudios han examinado la importancia de estos factores socioeconómicos", ha añadido Mika Kivimaki, profesor del University College de Londres que ha participado en el estudio.

En concreto, el factor de riesgo que más puede acortar la vida es el consumo de tabaco, hasta 4,8 años de media, seguido de la diabetes (3,9), la inactividad física (2,4), el estatus socioeconómico (2,1) y el consumo de alcohol (1).

"Las pobres circunstancias sociales y económicas parecen matar a la gente al mismo ritmo que los poderosos factores de riesgo como el consumo de tabaco, la obesidad y la hipertensión", ha reconocido la investigadora Silvia Stringhini, del Hospital Universitatio de Lausana (Suiza) y principal autora del estudio.

Para su investigación analizaron datos de 48 estudios de cohortes independientes del Reino Unido, Italia, Estados Unidos, Australia, Portugal, Suiza y Francia, que en total incluyeron datos de más de 1,7 millones de personas adultas.

Todos los participantes se sometieron a un seguimiento medio de 13 años y el estatus socioeconómico se midió con el último puesto de trabajo conocido, ha explicado a Europa Press la investigadora.

No depende tanto del sistema sanitario

Stringhini admite que en su análisis se han observado diferencias entre los países incluidos en el estudio aunque no cree que se deban a las características de sus sistemas sanitarios. Igualmente, admite que no se ha analizado qué enfermedades fueron las causantes de esa menor esperanza de vida ligada a un menor estatus socioeconómico.

No obstante, admite que estudios previos ya han demostrado que las personas con un bajo nivel socioeconómico son más propensas a tener peor salud por las condiciones en las que han vivido durante sus primeros años de vida, por un mayor estrés psicosocial o falta de apoyo social, y por un menor acceso a los sistemas sanitarios, entre otras cuestiones.

De igual modo, aunque tampoco fue objeto de estudio en este trabajo, Stringhini ha reconocido que otros estudios también han apuntado a una "sinergia entre factores de riesgo cuando se concentran en un mismo individuo".

Los autores confían en que a partir de estos hallazgos las autoridades sanitarias tengan en cuenta el bajo nivel socioeconómico como un factor pronóstico para predecir la mortalidad prematura, ya que es un factor de riesgo modificable a través de políticas a nivel local, nacional e internacional.