Los celos parecen formar parte de la relación amorosa como una manifestación del miedo a perder a la persona amada. Existen personas en las que el sentimiento de celos parece formar parte de su personalidad mientras que otras señalan no haberlos sentido nunca. Pero ¿cuándo se atraviesa la línea entre lo normal y lo patológico?

Según explica Alexandre González-Rodríguez, investigador de la Unidad de Esquizofrenia del Hospital Clínic de Barcelona y miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, los celos incluyen sentimientos dolorosos de frustración, sufrimiento y angustia ante la presencia de un potencial rival. Esta frustración gira entorno a la idea de no poder mantener u obtener un bien, sea una persona o un objeto material.

"El sufrimiento es independiente de la naturaleza del objeto deseado. Es decir, los celos pueden aparecer en todos los campos (amor, honores, trabajo o fortuna) y en todos los ámbitos (pareja, familia o trabajo). Sin embargo, el nombre de celos se ha asociado más frecuentemente a los celos amorosos pasionales", explica González-Rodríguez.

La persona celosa ansía poder y quiere tener la exclusividad de este poder. En el caso de los celos amorosos, el celoso quiere ser amado de forma única y exclusiva y dominar al objeto o persona amada. "Esto implica dos sentimientos humanos primarios o básicos: el amor, que se dirige hacia la persona deseada, y el odio, dirigido hacia el rival y a su vez hacia la persona amada", señala el psiquiatra.

El comportamiento de una persona celosa es el de un investigador profesional al que persigue la duda por lo que busca, investiga, observa y justifica cualquier comportamiento como la prueba de una infidelidad.

"Para ello observa, examina objetos, cartas, el teléfono móvil de la otra persona, verifica comportamientos como cuándo sale de casa la pareja, cuando va y viene, cuando olvida cosas, interpreta estas actitudes, y persigue la mentira y en base al resultado de estas investigaciones llega a conclusiones precipitadas o sesgadas", comenta González-Rodríguez.

Celos normales, patológicos y delirantes

Los celos son un sentimiento pasional normal cuando se presenta una situación de infidelidad real y objetiva que genera angustia, humillación, sentimientos de minusvalía y fracaso y deseo de venganza.

"Los celos se consideran normales cuando los sentimientos del celoso y su comportamiento son comprensibles o explicables por un hecho verdadero. En este caso, la reacción del celoso con frecuencia es de resignación y no agresiva", señala el investigador.

Sin embargo, en el análisis de los celos, incluso cuando la infidelidad es real estos pueden ser patológicos. En este caso, el celoso se encuentra en una situación de desbordamiento emocional y no puede contener o dominar una probable y futura reacción catastrófica. "En los celos patológicos la estructura del carácter o la personalidad anterior nos pueden dar pistas del comportamiento del celoso, que puede ser violento y agresivo", apunta González-Rodríguez.

Cuando los celos son en realidad la manifestación de un trastorno delirante se trata de un trastorno psiquiátrico relacionado con la esquizofrenia. En el delirio celotípico o celos delirantes el celoso se siente aludido y burlado sin fundamento real.

Celotipia como forma de trastorno delirante

El trastorno delirante se define por la presencia de un único síntoma predominante: la convicción delirante que se construye en el tiempo de manera insidiosa y progresiva. "En ocasiones, se pueden presentar alucinaciones simples, raramente complejas, que se relacionan directamente con el contenido de las ideas que expresa el paciente", explica el psiquiatra.

Esta convicción suele centrarse en algunos de los diversos temas o contenidos de la vida cotidiana para dar lugar a tipologías como el delirio persecutorio (vivencia de persecución o miedo a ser perseguido), somático (hipocondría -convicción delirante de contraer una enfermedad- o de infestación -ser infestado por un agente externo), erotomanía, celos o grandiosidad.

En la Unidad de Esquizofrenia del Hospital Clínic de Barcelona, dirigida por el profesor Miguel Bernardo, se lleva a cabo una línea de investigación en pacientes con trastorno delirante centrada en su evolución, trayectorias clínicas y respuesta al tratamiento tanto farmacológico como psicológico.

"Se estima que la prevalencia del trastorno delirante en la población es cercana al 0.3%. Muchos de estos pacientes acuden por primera vez al centro de salud, a su médico de cabecera, antes que al psiquiatra o psicólogo", aclara González-Rodríguez.

Tratar la celotipia

En cuanto al tratamiento del trastorno delirante, ya sea en la forma de celotipia o cualquiera de los otros tipos (el persecutorio es el más común, con entre el 60% y el 65% de los casos), el doctor González-Rodríguez apunta como objetivos:

1º Buena relación médico-paciente: iniciar y mantener un ambiente de confianza y seguridad para el paciente le permitirá explicar de forma cómoda su malestar y sus quejas.

2º Identificar cuál es la molestia o queja principal: conocer en qué desea el paciente ser ayudado tiene como finalidad cumplir sus expectativas. Es importante no confrontar al paciente con el trastorno y tratar síntomas como la angustia y depresión que pueden estar ocasionando su sufrimiento.

3º Escucha empática y obtener elementos biográficos y clínicos para realizar el diagnóstico: siempre que sea posible, se debe realizar una entrevista con sus familiares que puede ser de gran utilidad. En todos los casos debe descartarse un trastorno por dependencia del alcohol u otras sustancias y un trastorno orgánico cerebral.

4º Idoneidad del tratamiento: confirmado el diagnóstico de trastorno delirante tipo celotípico, debemos ofrecer al paciente el tratamiento más indicado en estos casos, los antipsicóticos, y evaluar la necesidad de combinarlos con fármacos antidepresivos, en caso que el paciente presente síntomas depresivos claros.

"El plan de tratamiento debe ir siempre enfocado a un modelo de toma de decisiones compartida, en el que el paciente y el médico acuerden el tratamiento y se expliquen y entiendan los riesgos y beneficios del mismo", aclara González-Rodríguez.

El tratamiento debe mejorar y disminuir las quejas del paciente y ser bien tolerado, ya que esto mejora el cumplimiento de la medicación y con ello contribuye a la mejoría del paciente.