Vivaracho, reflexivo y honesto, así es Robber Rodríguez, un "costurero" con talento que se ha alzado con el premio Mercedes-Benz Fashion Talent en su primera cita con la pasarela madrileña. "Veni, vidi, vici" -llegó, vio y venció- con diseños que emocionan, que salen como una explosión de su alma.

"He celebrado el premio como si hubiera ganado la 'Champion'", ha explicado Rodríguez este lunes a Efe, quien asegura que este galardón es "un puñal de sensaciones y todas ellas preciosas, como dice el cantante Sen Senra".

Nacido en Valdemoro (Madrid), Robber Rodríguez, a su 29 años, ha sorprendido y cautivado a la crítica en una atípica semana de la moda madrileña de la que ha salido victorioso. "Este reconocimiento es un orgullo para mi gente, he visto la felicidad en sus ojos".

Llegar hasta aquí no ha sido fácil. "Es una colección que esta reída, llorada, bailada y discutida", dice este licenciado en Económicas que ha gestado este trabajo en solo dos meses después del confinamiento.

Ha crecido alejado de la moda. Nunca ha leído revistas, ni se ha interesado por los diseñadores, su primer recuerdo de moda se remonta a una tarde de compras con su madre en Zara, "tendría 11 años y estaba gordito, y las cosas que me molaban eran de mayores, no me quedaba nada bien, un frustración".

Antes que diseñador y economista, este joven ha sido un "loco" del monopatín, una pasión que le llevaba a buscar ropa cómoda, colorista y brillante con la que hacer piruetas.

No había ropa que le gustara ni a él ni a sus amigos, así que rebuscaban en la sección de mujer pantalones pitillos y camisetas llamativas. "En Valdemoro, los 'malotes' del parque me llamaban 'el chico cortiples'", añade Rodríguez que en 2012 empezó a buscar proveedores para hacer camisetas y sudaderas que "molaran".

Un proyecto "que no era moda, sino ropa para los chavales de la calle", argumenta Rodríguez, quien "deseaba" hacer un curso de costura para montar una marca de 'street wear', y "buscando y buscando llegué al Instituto Europeo de Diseño (IED)".

Un "bonito curso" que no podía pagar, "mi madre, ama de casa y mi padre, mecánico del metro, así que opté a un concurso para conseguir una beca. Y, eureka, "estudiando mi último examen de Económicas me llamaron para decirme que tenía la beca".

Así empezó su andadura en la moda, un camino con luces y sombras hasta que a su vida llegó la cantante y vedette cómica Pepa Charro, alias La Terremoto de Alcorcón y le dijo "qué coño hace todo este arte metido en esta buhardilla de Valdemoro, esos zapatos se tienen que estar vendiendo en toda España".

Esa noche no concilió el sueño. "Me levante, cogí una bolsa de basura llena de tejidos y pinché uno de ellos en el maniquí", así salió el primer vestido de una colección que no tenía como objetivo la sostenibilidad ni el "upcycling" (reciclaje creativo).

"No tenía dinero para nada", explica Rodríguez, que ha utilizado la mantelería del ajuar de su madre, así como restos de tejido que ha ido uniendo con primor y gran talento hasta construir piezas de gran personalidad, con las que desea "emocionar".

Ahora afronta su futuro con ilusión, necesita financiación y que la gente confíe en él, "me voy a buscar la vida a tope para hacer realidad mi proyecto", una casa de moda como la de antes, como Balenciaga.

Se siente "costurero", no diseñador, "quiero trabajar con el cliente mano a mano, pretendo hacer piezas únicas, con esencia, con energía" y compaginarlo con prendas asequibles, "como vengo de un pueblo necesito un producto más destinado a la calle para que la gente pueda disfrutar de un 'Robber'".

Este costurero, que hace ropa "honesta", se siente cerca de Alexander McQueen, "quiero hacer ropa que emocione", también de Jonathan Anderson, un diseñador que "me encanta", todo lo que hace es "brutal".

Y ahora, tras su entrada triunfal en la moda, asegura: "estoy abierto a todo, a que la vida me sorprenda".