Alejo Sauras, el muchacho que se metía en mil líos junto a su amigo Marcos (Fran Perea) en la serie ¡Los Serrano¡, ha crecido. Sus papeles actuales, adultos y con amplios matices, no son más que el reflejo de la madurez personal del actor, que considera que hay que volver de vez en cuando al teatro, la madre generosa que amamanta a las diferentes disciplinas del arte dramático. Actualmente representa 'El eunuco', una versión actual de la comedia clásica de Terencio.

-Las crónicas hablan de un montaje a lo bodevil de El eunuco, ¿en qué han convertido esta obra clásica?

-Es una función basada en el texto de Terencio, pero el humor cambia mucho, ¡y más en dos mil años! Además, en aquella época muchas obras, como esta, se quedaban sin terminar. Jordi Sánchez y Pep Antón dicen que han hecho una versión muy libre de la comedia, que se ha convertido en un espectáculo musical.

-Interpreta a Lindus, un hombre enamorado que se hace pasar por eunuco para acercarse a la mujer que desea, ¿se hacen esas locuras en la vida real?

-Ahora no cabe pensar en un mundo de esclavos y eununcos, que sí aparecen en la obra, pero creo que todos hemos cometido alguna.

-¿Se debería volver más la vista atrás, a los clásicos?

-En el teatro hoy cabe todo: musicales, obras nuevas... Hay textos clásicos que deberían estar siempre, conviviendo con cosas actuales.

-Sus comienzos en este mundo se entrecruzan con clases de japonés, idioma que llegó a utilizar sobre las tablas, y trabajos de aviónica... ¿Se esperaba acabar como actor?

-Todas esas cosas han sido paralelas en mí. Uno tiene muchas aficiones, y eso me pasaba a mí. Me he dedicado a todas, pero al final venció el teatro. Encima del escenario me siento libre, es como si volara.

-¿Lo tienen más difícil ahora los jóvenes que empiezan en este mundo?

-No creo que nunca haya sido fácil. Sin embargo, los artistas, no solo los actores, juegan con una baza: pese a todo, sienten pasión por lo que hacen. Solo puedes ser artista si eres un apasionado porque, aunque la cosa vaya mal, sigues jugando con tu pasión, y eso supera todas las dificultades.

-Pero España no es el mejor sitio, ¿o están las cosas en todos lados igual?

-Yo trabajo en España y no sé muy bien cómo está el mundo de la interpretación en otros lugares, lo que sí es verdad es que otros países apoyan mucho más la cultura y a sus artistas. En España, la cultura no puede contar con el Gobierno, sea del color que sea.

En Francia, por ejemplo, se cuida mucho más porque saben que el arte es algo necesario.

-¿Qué le ofrece el teatro que no encuentra en el cine o la tele?

-El teatro es el origen y, aunque se actualiza, se mantiene puro. Es cierto que ahora utilizamos sonidos, músicas, juegos de luces... pero en el fondo es la mejor forma de afrontar el oficio tal y como se inventó. El teatro te pone en sintonía contigo mismo, es una forma de resetearte. Además, el directo del teatro, el contacto con el público, impondrá más al actor. Es un subidón de adrenalina que se acaba convirtiendo en una droga. Estar frente al público es una gran adicción porque sabes en el momento si lo están disfrutando, si les está gustando.

-¿Da más miedo un patio de butacas vacío que la cancelación de una serie?

-Sí, absolutamente.

-¿A qué obra o papel le falta hincarle el diente?

-No pienso en ello. Uno tiene que seguir su propio camino y no hay que fijarse en la trayectoria de otros. Hay veces que ves un gran papel en otro actor y te gusta, pero nunca puedes saber cómo lo defenderías tú. Además, el mejor papel nunca se ve venir, y eso es algo terrible y, a la vez, bonito.

-Se mueve con facilidad entre la comedia y el drama, ¿con cuál disfruta más?

-En la variedad está el gusto, y hay para todos los palos. La comedia exige un trabajo previo muy intenso y mantener muy bien el ritmo en la escena. En el drama la preparación es distinta.

-¿Hace falta más comedia en la vida cotidiana?

-Hoy sí, en otros momentos igual no. Pero no podemos olvidar que, al final, somos una sociedad privilegiada, aunque ahora estemos pasando unos años muy castigados. España es un maravilloso país pese a la crisis y, quizá por eso es tiempo de comedia.

-¿Es usted de los que se toma la vida demasiado en serio?

-A veces sí, aunque sé que la vida hay que tomársela como es, como un juego. En muchas ocasiones nos enfrascamos con mil cosas y se nos olvida que la vida es ahora. Es cierto que hay que intentar sembrar, pero sin dejar que el presente pase sin disfrutarlo.

-¿Ha volado más alto de lo que había soñado?

-He imaginado tanto... (risas). Tuve un maestro que decía que hay que soñar cosas para que estas se cumplan, y no lo he olvidado. Todos soñamos, nos alimentamos de estos sueños y ya se han cumplido algunos de los de mi lista.