A Andrew Morton lo llaman el rey de los biógrafos de famosos: la princesa Diana, Madonna, Monica Lewinsky, Tom Cruise o Angelina Jolie. Con «Ladies of Spain, Sofía, Elena, Cristina y Letizia, entre el deber y el amor» vuelve a ofrecer un trabajo más pendiente de la amenidad que de la profundidad. Y con demasiadas alusiones a la Corona británica y sus personajes, que en ocasiones aparecen casi como coprotagonistas, en especial Lady Di.

Morton deja claro que Letizia «era seguramente una de las mujeres que menos probabilidades tenía de ser considerada idónea en España como futura reina. El príncipe más regio de Europa se había casado con una plebeya de clase trabajadora cuya vida y cuyos tiempos eran un desafío tácito a la casa reinante. No solo estaba divorciada -igual que lo estaban sus padres-, sino que su familia era republicana a ultranza. Algunas historias que se contaban de ella, como por ejemplo que, siendo adolescente, se había envuelto en una bandera republicana durante una manifestación, eran totalmente creíbles. Así pues, no es de extrañar que, cuando aquella periodista divorciada y agnóstica pasó a formar parte de la Casa Borbón, su suegro, el rey Juan Carlos, se refiriera a ella, según cuentan algunos cortesanos, como el enemigo en casa».

«No es exagerado decir que actualmente el rey preside una Corona hecha añicos, ya que su propia conducta y la de su yerno, Iñaki Urdangarín, son objeto de escrutinio frío e implacable. El rey literalmente se ha pegado un tiro en un pie», resume Morton. «Don Juan Carlos es a todas luces un hombre muy machote de la Casa Borbón, famosa por su sensualidad, que no responde más que ante Dios y ante sus propios deseos», describe. Y lanza su apuesta: «En el drama que está teniendo lugar, donde un cuento de hadas se convierte en una pesadilla, ahora mismo, increíblemente una gran parte del peso recae sobre los esbeltos hombros de la princesa Letizia y sobre los de su esposo, el responsable, aunque poco carismático, príncipe Felipe. Que una republicana acuda al rescate de una monarquía asediada parecería fruto de la fantasía de Hollywood».

¿Y la reina? «Sigue adelante, todo sonrisas en público, pero derramando muchas lágrimas en privado. Como me contó una antigua cortesana de la reina: no se hablan. Alerta, testimonio: «Como me contó una persona con muchos años de experiencia en la corte, la reina está comprometida con el rey. Está en su ADN. Ella es la reina y estaría dispuesta a aceptar incluso que la amante del rey estuviera en la cama con él». Empieza Morton su retrato de Letizia Ortiz («incontenible y voluble») recordando que ella «y su familia nunca escuchaban el mensaje navideño del rey». No aporta nada nuevo Morton sobre la infancia y la juventud de la princesa en Oviedo, ni sobre sus primeras experiencias como periodista, fue becaria en «La Nueva España», ni sobre su primer matrimonio con Alonso Guerrero. Y entonces apareció el príncipe azul. Morton cita a una amiga íntima de ella: «Letizia jugó muy bien sus cartas. Fue cauta desde el principio. Decía que don Felipe era una persona normal. No fue un amor a primera vista, pero estaba claro que Letizia nunca quiso ser una novia más». El autor relata los obstáculos superados por la pareja, la oposición inicial del rey, con la inestimable ayuda de las infantas, y destaca la tensión que vive ella. En palabras de una antigua compañera, «antes era una mujer libre, a la que le gustaba divertirse, pero ahora está constreñida, preguntándose cada segundo del día: ¿estoy haciendo lo correcto?». La muerte de su hermana Erika fue devastadora. Según un familiar, «a veces la vida en palacio se le hacía muy dura». Tampoco falta en el libro el relato del escándalo de Iñaki Urdangarín y la aparición de Corinna. «Es joven y atractiva, pero es peligrosa, una bucanera», dice un amigo del rey. Y concluye Morton: «Sobre los hombros de la nieta de un taxista recaen el trono y el estilo futuros de la Casa Borbón. No es únicamente una dama de España, sino la dama más indicada para España».