Cuesta imaginar un Milán sin sfilatas. Sin sus etiquetas clásicas y, para qué negarlo, su respetable circo de la moda, que contó esta vez con una estrella invitada de excepción (en todos los sentidos) a la hora de cerrar Versace: Jennifer Lopez. Aquí no hace falta recibir invitación a ningún desfile para vivir la moda. Los residentes se engalanan y calles, bares y restaurantes hacen las veces de pasarela. Con invitación, eso sí, es posible disfrutar del impecable trabajo del equipo creativo de Tod’s, del paseo en barco capitaneado por Grazia Malagoli en Sportmax y del arte a golpe de brochazos de color de Francesco Risso para Marni.