A pesar de que parezca una afirmación incómoda, la maternidad es un campo de batalla. Tener descendencia -biológica o no- y asumir las responsabilidades ligadas a la crianza de hijos e hijas es una empresa en la que, nada más embarcarse, las mujeres quedan inevitablemente expuestas. Ante sí mismas y ante una mirada social que las escruta con poca piedad, muchas expectativas y demasiadas exigencias. A lo largo de la historia, la capacidad reproductiva de las mujeres ha sido manoseada, explotada y utilizada por todos, excepto por ellas mismas, en pro de los intereses de a quien le saliese a cuenta en cada momento.