Miro la foto antigua de mi madre; apenas tenía 20 años. Trazos del technicolor de finales de los cincuenta le encienden el carmín de los labios y le echan años encima. Una mirada soñadora, casi por estrenar, abarcando los contornos de un mundo encantador en el que bailaba el twist con vestido de vuelo. Una joven tímida que revolucionaba a sus compañeras de internado con sus imitaciones y sus ocurrencias.