Quedo a tomar café en un elegante hotel de Madrid con el cirujano plástico Javier de Benito. Es un hombre elegante. Me sonríe con esa bondad de los seres humanos que han alcanzado un sabio entendimiento de la vida. Nos saludamos y a los cinco minutos de charla ya advierto algo fundamental en la personalidad de mi entrevistado: el entusiasmo, unas ganas tremendas de hacer cosas, de trabajar y de vivir.