El guion se ha cumplido. La ultranacionalista Marine Le Pen pasa, ¡ay!, a la segunda vuelta, pero tiene ahora enfrente a Emmanuel Macron. Europa, dicen todos los medios, puede al fin respirar tranquila. ¿Europa? o los mercados? ¿No es al final lo mismo?

Ahora, todos, desde la izquierda hasta la derecha, votarán al "centrista" Macron unos convencidos, otros como mal menor, sin que importe demasiado su más bien vacuo programa.

Hay que parar como sea a Le Pen. Uno se pregunta qué ocurriría -¿cómo votaría la derecha?- si en lugar de Macron hubiese pasado a la segunda vuelta el izquierdista Jean-Luc Mélenchon.

Esa sí que sería una auténtica disyuntiva para quienes ahora, y no hablo solo de los conservadores, lo tienen tan claro frente a la líder del Frente Nacional.

Macron era desde el primer momento el candidato de las cancillerías europeas y también de casi todos los medios, incluso de algunos que presumen de izquierda como el semanario francés "L'OBS".

No hay más que repasar las portadas que esa revista ha dedicado, una semana tras otra, a la mayor gloria del exasesor y exministro de Economía del presidente Hollande.

Bruselas y el resto de las capitales pueden respirar tranquilas: Macron no pondrá en tela de juicio los tratados europeos como amenazaba con hacer Mélenchon.

Algún articulista le ha calificado de "centrista puro" mientras tacha de "demagogo" a Mélenchon por atreverse a poner en cuestión el orden tanto económico, como militar establecido.

Macron quiere "modernizar" Francia, y eso pasa por eliminar rigideces, despedir funcionarios, recortar el poder de las centrales sindicales, "demasiado politizadas", y flexibilizar el mercado laboral.

No tendrá guantes de hierro como el derrotado Fillon, pero mucho de lo que propone el joven ex banquero de Rothschild más que a "centro" suena a "neoliberal".