El arquitecto italiano Stefano Boeri es el artífice de las Nanjing Towers, en la ciudad china del mismo nombre. Allí ha levantado dos torres de 200 y 107 metros, respectivamente, "forradas" de vegetación. Las moles de cemento están resguardadas por más de 1.000 árboles y casi 2.500 arbustos de 23 especies. La mayor albergará oficinas, un museo, un bar con terraza y una Escuela de Arquitectura. La más pequeña será un hotel Hyatt con 247 habitaciones.

Y es que si entendemos la elegancia como la combinación ideal de sencillez y sofisticación, las prendas vistas sobre la pasarela pusieron de relieve que los encajes, las gasas, los bordados artesanales y los cortes impecables están de vuelta, dispuestos a quedarse al menos unos meses.

Maria Grazia Chiuri, directora creativa de Dior desde el pasado verano, y antes parte del dúo creativo de Valentino, dio una lección de feminidad en propuestas que recuperan la silueta "Bar" de los 50, con prendas en organza y vestidos con los bajos rematados con hilos de rafia. Los tocados y máscaras del sombrerero Stephen Jones parecían presagiar un baile de disfraces.

El escenario plateado pensado para mostrar la colección de Chanel bastó para que un escalofrío de emoción recorriera el Grand Palais. Las modelos dieron lecciones acerca de cómo llevar un traje sastre, aderezado por algún toque brillante, en forma de cuentas o perlas en las botonaduras. Hasta Karl Lagerfeld, el capitán de la nave, se puso ese día una chaqueta metalizada a juego con los guantes y el teléfono.

El célebre traje de tweed de Coco se transforma con una nueva silueta y se hace vestido, con la cintura más alta y las caderas algo abullonadas. Los vestidos de noche llegan en tejidos etéreos, con muchos volantes de tul y plumas por todas partes.

Una de las sorpresas de la pasarela la dio Valentino con unos vestidos estilo toga, ideales para llevar en esas fiestas de verano con la piel bronceada y el pelo suelto.