«De aquí no nos sacan vivos si no es con un nuevo Real Decreto firmado. Nuestros sueldos deben quedar garantizados sin el problema que llevamos acumulando dos años. Sindicatos y Gobierno van de la mano pero aquí abajo nadie nos trae nada que nos valga y el empresario dice que no vende carbón y no paga". Así lo expone alzando la voz y dando un puñetazo sobre una plancha de metal Manuel Liñares, 25 de sus 44 años en la mina.

Le quedan dos meses para prejubilarse y su veteranía hablando alto y claro le confieren el sello del minero que no se arredra ante nada. Junto a él, un ambiente aderezado de tensión, temor e incertidumbre que se vislumbra en el conjunto de la comarca. El sustento diario pende de un hilo para unos 160 trabajadores de minería entre el único pozo de interior, una explotación a cielo abierto, transporte, contratas, lavaderos, administración y una planta de áridos del grupo Unión Minera del Norte (Uminsa).

Bronquios maltrechos, hernias discales operadas que dan guerra, problemas musculares agudos, fiebres y gastroenteritis no parecen ser un obstáculo después de diez días de encierro. «Muchos compañeros no quieren dejar la medida de presión y se refugian en los vestuarios y duchas de las instalaciones exteriores para recuperarse y bajar de nuevo al interior. Pese a ello la moral sigue igual de alta que el primer día que entramos», apunta Eleuterio Harto, de 42 años y 22 de ellos como minero.

El lugar del encierro, a 1.254 metros de altitud, se ubica en la explotación conocida como «El Abuelo». Se trata de la única mina de interior de la provincia con amplias reservas de antracita en Velilla del Río Carrión (Palencia), a 106 kilómetros de la capital. Una inversión de 18 millones de euros por parte del grupo Uminsa, propiedad del empresario leonés Victorino Alonso, ha permitido que desde hace poco más de seis años sea considerada como la mina más moderna de Europa.

La industria minera es vital para una comarca como la de Guardo-Velilla, en tiempos no muy lejanos con una riqueza industrial enorme en torno al carbón. «Todo podría quedar reducido a pueblos fantasmas como en otras zonas que tenemos cerca, caso de la cuenca de Barruelo de Santullán tras 167 años viviendo de la mina», explica Harto. «Allí no hay más que gallinas y ancianos con respeto a toda la gente que allí vive», se lamenta.

El progresivo reagrupamiento de los mineros de la Montaña Palentina después del cierre de los yacimientos de Guardo, Cervera de Pisuerga, Santibáñez de la Peña, La Pernía, San Cebrián de Mudá y Barruelo ha dejado en Velilla una explotación única en su género y de avanzada tecnología, donde se ha hecho una apuesta de futuro hace años impensable.

También en León, la minería está en pie de guerra. Ayer, unas 600 personas, familiares y compañeros de los 13 mineros que desde el lunes permanecen encerrados en el pozo Casares, situado en la localidad berciana de Tremor de Arriba, mostraron su apoyo hacia sus reivindicaciones participando en una concentración que tuvo lugar en la propia bocamina del pozo.

La manifestación comenzó sobre las 12 de esta mañana y se prolongó hasta casi las 14.30 horas, según confirmó el propio director de la mina, José Antonio Balín. Un tiempo en el que los presentes en este acto quisieron mostrar su apoyo y también su preocupación hacia la situación que vive el sector minero en general y en particular estos 13 trabajadores, que permanecen dentro de la mina desde hace seis días y que anuncian que seguirán.