Repugnante, indignante, vergonzoso, aberrante. Éstos son algunos de los insultos que se ha ganado Terry Jones, pastor de una pequeña iglesia bautista de Florida, desde que hizo públicos sus planes de quemar ejemplares del Corán el sábado, coincidiendo con el noveno aniversario del 11-S.

La Casa Blanca; la secretaria de Estado, Hillary Clinton; el máximo responsable de las tropas internacionales en Afganistán, David Petraeus, la OTAN e, incluso, el Vaticano han pedido a Jones que dé marcha atrás; pero el pastor del Dove World Outreach Center de Gainesville, en Florida, ya les ha hecho saber que seguirá adelante con la quema de coranes para enviar un mensaje contra el «radicalismo» del Islam, un enemigo, según él, «al que debe mostrársele fuerza»

El primero en dar la voz de alarma fue Petraeus, temeroso de que los planes de Jones enciendan aún más los ánimos de los afganos contra las tropas internacionales y pongan en peligro la vida de soldados norteamericanos. El lunes, cientos de personas se concentraron en Kabul para corear consignas como «Muerte a América».

Petraeus advirtió de que la quema de coranes no sólo minaría los esfuerzos del presidente norteamericano, Barack Obama, de acercarse a los 1.500 millones de musulmanes que hay en el mundo, sino que podría provocar actos de represalia contra las fuerzas estadounidenses que sirven en Afganistán.

«Podría poner en peligro a las tropas y podría poner en peligro el esfuerzo global», explicó Petraeus en un comunicado. «Es precisamente el tipo de acción que los talibanes usan y podría producir problemas significativos. No sólo aquí, sino en otras partes del mundo», añadió el general de EE UU, cuya postura refrendaron poco después el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, y el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen. Este último, en concreto, advirtió de que los planes de Jones podrían tener «un grave impacto negativo» y «contradicen completamente los valores que defendemos y por los que luchamos».

Y es que, como se encargó de recordar Hillary Clinton, «nuestro compromiso con la tolerancia religiosa data desde los principios de nuestra nación».

En este clima, varios de los principales líderes judíos, católicos y del Islam de EE UU han denunciado la «histeria antimusulmana» desatada en el país en los últimos meses, en la que se inscribe, además de la quema de ejemplares del Corán que propugna Jones, otra controversia: la creada por el proyecto para construir una mezquita y un centro comunitario islámico a dos manzanas de la «zona cero», una polémica en la que llegó a intervenir incluso el propio Obama. La UE y la ONU también han condenado la incendiaria llamada de Jones, pero con más contundencia aún se ha expresado el Vaticano. El Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso considera que quemar ejemplares del Corán es un «ultraje a un libro considerado sagrado» por una comunidad religiosa con el que no se puede responder «a aquel despreciable acto de violencia», en referencia al 11-S.

Las reacciones de representantes de todas las religiones no se han hecho esperar. Así, dirigentes libaneses, cristianos y musulmanes condenaron también el llamamiento del pastor estadounidense para quemar copias del Corán. El presidente libanés, Michel Suleimán, dijo en un comunicado que «esos actos son incompatibles con las enseñanzas religiosas divinas que preconizan la tolerancia y se oponen de modo radical a la lógica del diálogo de las civilizaciones».

Suleimán, que es cristiano, subrayó que el diálogo entre civilizaciones y religiones fue puesto de relieve durante un congreso en la ONU donde se instó a «renunciar al odio, al fanatismo y al terrorismo». También pidió reflexionar sobre las enseñanzas del cristianismo y los conceptos de la humanidad y recordó que se debe respetar al prójimo.

Por su parte, el vicepresidente del Consejo Superior Chií Abdel Amir Kabalan describió la iniciativa del pastor estadounidense como un «acto de barbarismo que nada tiene que ver con los valores religiosos». Kabalan solicitó a los musulmanes que tomen en consideración ese «acto ofensivo» e hizo un llamamiento al papa Benedicto XVI y a las asociaciones de derechos humanos de todo el mundo para «poner fin a las agresiones contra los libros y lugares sagrados», según la agencia de noticias estatal ANN.