La contienda política por encontrar los árboles perdidos del bosque de Valorio tuvo ayer un nuevo y sorprendente capítulo. Uno de esos que apoyan la teoría de que la realidad supera la ficción. Hace escasos dos meses, el concejal de Izquierda Unida Francisco Guarido dio a conocer un informe, en el que un perito judicial atribuía la desaparición de parte de las especies arbóreas plantadas en el pulmón de la ciudad a una población de conejos. «Esto es una burla», se mofaba Guarido.

Ignorante de las explicaciones del concejal, este diario inició la investigación oportuna para comprobar si la versión del perito tenía visos de realidad. Es más, uno de los fotógrafos de esta casa, Emilio Fraile, se internó en Valorio a primera hora de la tarde para identificar alguno de los roedores responsables de la defunción de plantas. Pero sin suerte, porque ninguno asomó las orejas.

A Feliciano Fernández, responsable de las intervenciones en el bosque y defensor de la correcta ejecución de los trabajos, le pareció oportunista la acusación de Guarido. «Guarido sigue sacándose conejos de la chistera», bromeaba el concejal de Medio Ambiente. «Todo el mundo sabe que un conejo no se come un pino», apostillaba.

Otra le iba por dentro a Feliciano, porque el edil no descartaba del todo las pillerías de los roedores en el bosque. Es más, el concejal defendía que Valorio estaba y está habitado por un número indeterminado de conejos. «Yo transito bastante por esa zona y es dificilísimo que se te aparezca alguno», le desanimaba el líder de Izquierda Unida.

Fue entonces cuando Feliciano Fernández se metió en la piel del detective Eddie Valiant sin otro objetivo que hallar en el bosque a alguno de los amigos de Roger Rabbit, uno de los conejos más famosos de la historia del cine, con permiso de Bugs Bunny. Aún así, el hallazgo se le ha resistido al concejal.

Sin embargo, la justicia se alió ayer con el «investigador» municipal. Tras despachar con los medios sobre la existencia de un pozo en la Huerta de la Frontera, Fernández se internó en el bosque y puso fin a su búsqueda. Allí apareció. Si no era Roger Rabbit, se le parecía. Y Feliciano no dudó en capturarlo. Esta vez sí, las cámaras de esta casa estaban presentes e inmortalizaron el momento. La disputa se acaba. En Valorio hay conejos. Es cierto que, en la película, alguien engañó a Roger Rabbit pero, en este caso, nadie mintió a Guarido.

Sirva este relato como epílogo y punto final del anterior, titulado «Valorio, ¡para comérselo!». Sin embargo, no desesperen y desconfíen de que la historia haya terminado definitivamente. Con suerte, Fernández y Guarido se verán de nuevo las caras y volverán a dar que hablar.