El desembarco de Normandía permitió que los aliados vencieran a la Alemania de Adolfo Hitler y terminar la Segunda Guerra Mundial en Europa. En el éxito del desembarco de 175.000 soldados estadounidenses, británicos y canadienses tuvo mucho que ver el español Juan Pujol García, el espía conocido como «Garbo», un doble agente que engañó a los alemanes y que no habría alcanzado sus objetivos sin la que era su esposa, Araceli González Carballo (Lugo, 1914-Madrid, 1990), una mujer bella, de familia acomodada, valiente y cosmopolita. El documental «Hitler, Garbo... y Araceli» que emitirá estás navidades TVGA, el canal autonómico gallego, la recuerda.

De la valía de Araceli se supo durante la Guerra Civil en un hospital de sangre de Lugo donde despuntó su carácter nada melindroso. A finales de 1938 quiso dejar Lugo y su padre le consiguió un puesto de secretaria del gobernador del Banco de España en Burgos, donde estaba el gobierno de Franco.

Allí conoció a Juan Pujol, un joven oficial que había comenzado la guerra del lado republicano y se había pasado al «nacional», del que pronto renegaría. Ya estaban casados y en Madrid, cuando Alemania invadió Polonia y los Pujol, augurando lo peor, fueron a la embajada británica en Madrid para ofrecerse a trabajar contra el III Reich. No les hicieron ningún caso.

Se atribuye a Araceli la estrategia que siguió: Pujol se puso a disposición de los nazis para, así, tener un valor para los británicos. Los alemanes le pusieron a prueba: debía conseguir un visado para Inglaterra. Cuando Pujol se presentó con una falsificación se le abrieron las puertas de la Abwehr (el servicio de inteligencia alemán). Le bautizaron como «Árabe» (por su esposa Araceli, la bella) y le ordenaron trasladarse a Inglaterra.

El matrimonio -que no sabía inglés- hizo creer que viajaba a Londres pero se trasladó a Lisboa, donde Arabel hizo informes con lo que leía en los periódicos, lo que oía por la calle y lo que se le ocurría, con resultados sospechosamente malos. Para que los alemanes no desconfiasen, Araceli se presentó ante el enlace alemán de su marido en la «Abwehr», Federico Knappe, en Madrid, pidiéndole contactar con su esposo. Lloró y esas lágrimas borraron la desconfianza alemana.

Fue Araceli quien entró en contacto con los aliados a través de Edward Rousseau, el agregado naval estadounidense en Lisboa, y le convenció de que su marido sería un muy útil agente doble. Así logró el matrimonio español llegar a Londres, donde les creían los alemanes.

Pujol, «Bovril» para los aliados, fue contratado como intérprete de la BBC, entró al servicio del MI5 (espionaje británico) en la primavera de 1942 y su trabajo consistió en pasar a los alemanes objetivos que bombardear, elegidos por el poco riesgo de bajas, enviarles fotografías trucadas de ruinas y decirles que tenía una red de 20 agentes con él. Entretanto, Araceli, que conectó con la alta sociedad, trató a personajes como la duquesa de Kent o Winston Churchill.

En 1944 Pujol participó en la «operación Fortitude», con la que británicos y estadounidenses hicieron creer a los alemanes que desembarcarían en Calais, a 250 kilómetros de las playas de Normandía por donde entraron en el continente.

Garbo nunca fue descubierto: Hitler le concedió la Cruz de Hierro y, una vez en Madrid, derrotado el III Reich, la Abwehr le llamó para darle un dinero por sus servicios. A esa cita, que temían fuera una trampa, acudió Araceli.

Los Pujol se fueron a Lugo, donde la policía local desestimó un informe de Madrid en el que se consideraba a Araceli sospechosa de espionaje.

Después el matrimonio y sus dos hijos, Juan y Jorge, emigraron a Caracas. En Venezuela nació María Eugenia y se acabó el matrimonio porque a Araceli no le gustaba el país y Garbo no se sentía seguro en Europa.

La mujer y los tres hijos regresaron a Lugo y tres años después se instalaron en Madrid, en un ático de la calle Hermanos Becquer, facilitado por la embajada británica que no había olvidado sus servicios. Se ganaba la vida como intérprete de las personalidades inglesas y estadounidenses en la capital cuando llegó la noticia de la muerte en Mozambique del español Juan Pujol.

Edward Kreisler, un empresario de Ohio, listo y guapo llegó a la España que despertaba al turismo atraído porque en el país nadie fabricara «souvenirs».

Se enamoró de la intérprete Araceli, se casaron en 1958, abrieron la tienda Festival y posteriormente Galería Kreisler.

Casi 25 años después, en 1984, Juan Kreisler oyó en la radio que había reaparecido en Venezuela un importante espía español llamado Juan Pujol, su padre, y que iba a recibir una condecoración en el palacio de Buckingham. Pujol se puso en contacto con Araceli: quería ver a sus tres hijos.

La familia supo flotar sobre esa ola de pasado. Padre e hijos se abrazaron en la ciudad de Barcelona, después Pujol conoció a sus nietos en Madrid y los hijos del espía a sus tres medio hermanos de Venezuela.

«Garbo» murió en Venezuela en 1988. Araceli en Madrid en 1990.