Dice el CIS que decimos el 76,2 por ciento de los ciudadanos, que nuestra máxima preocupación a día de hoy es el paro. Y dice el CIS que este porcentaje es récord en la historia de las encuestas de este organismo. Dice la CEOE que si no hay importantes reformas, el próximo año ya no estaremos hablando como ahora de que 17 de cada 100 ciudadanos en edad y con capacidad para trabajar están en el paro, sino que habremos alcanzado la cifra de 22. Es decir, uno de cada cinco. Dice David Taguas, que fue el máximo asesor “monclovita” en materia económica de Zapatero durante su primer cuatrienio, que si el gobierno no reduce los impuestos que gravan el empleo, en la primavera de 2011 estaremos por encima del 22,2 por ciento de paro. Y para la misma fecha, dice el Instituto Flores de Lemus que será una décima más. En todos los cálculos la misma cifra maldita de los cinco millones de desempleados. Lo mismo que dicen los organismos no estrictamente gubernamentales de España y todos los internacionales. Así, dice la Unión Europea, que de marzo a marzo en España hay 1,8 millones más de parados, cuando resulta que sumando el resto de países de la UE el desempleo generado ha sido de 1,2 millones.

Dice cualquiera con un mínimo de sentido común, que lo malo de las cifras y las estadísticas no son los números en sí, sino el cúmulo de situaciones personales y sociales que representan. La realidad subyacente. Y si hoy son ya un millón y medio los parados sin prestación y un millón las familias con todos sus miembros en paro, pongámonos en la situación de cuántos serán dentro de un año y el tiempo que algunos de ellos llevarán así.

Estando así las cosas, sorprende que los que menos digan sean los sindicatos mayoritarios. Y se equivocan al asumir el riesgo de compartir una responsabilidad que no les corresponde. Las mismas organizaciones que hicieron huelgas generales a los gobiernos de González y Aznar en situaciones de menor destrucción y de creación neta de empleo respectivamente, ahora ni siquiera se atreven con claridad a exigir medidas con motivo de la celebración del 1º de mayo. Y eso que uno de los argumentos más esgrimidos en los últimos años, el de la precariedad y la temporalidad excesivas, ha quedado brutalmente desfasado. Sólo en el primer trimestre de 2009, el empleo temporal también se ha desplomado un 24 por ciento. No es que la huelga sea el camino. Casi nunca lo es, pero si los sindicatos no quieren achicharrarse también ellos, deberían adoptar una actitud diferente. Limitarse a reclamar protección para los parados, sin exigir y buscar medidas que frenen la destrucción de empleo, es como empeñarse en freír huevos sin poner aceite en la sartén.

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