Aunque sólo sea por unos días, la "crisis económica" ha pasado a segundo plano en los titulares de prensa y ha cedido ese sitio preferente a la otra, a la "crisis de gobierno", todavía presunta, porque no me extrañaría nada que el presidente Rodríguez Zapatero, sin duda disgustado por la filtración de los largones, se piense de nuevo los términos de esa remodelación de su equipo y reconsidere esa decisión, al menos en la oportunidad de las fechas. Y es que hay que ser cenutrios -si no perversos- para oscurecer informativamente uno de los momentos más gloriosos del presidente, su abrazo con el jefe del mundo, Obama, que ha estado especialmente cariñoso con el leonés y ha entendido que una cosa es no tragar a un zampabollos como Bush y a su política belicista, y otra muy distinta el deseo español de mantener relaciones amistosas con Estados Unidos y que no impliquen un "sí, bwana" a todo. Salga el sol por donde quiera o cuando han vaticinado meteorólogos y politicólogos -dicen que el Miércoles Santo-, no me resisto a guardarme mi particular punto de vista sobre algunos aspectos de esta anunciada crisis, de la que también tenemos derecho a realizar una lectura local desde un rincón como Zamora.

Si alguno de los cambios pregonados nos afecta por aquí de forma directa es el sospechado en el Ministerio de Fomento. Y no es que Magdalena Alvarez haya resultado negativa para esta provincia, ni mucho menos. No pensé yo, cuando la nombraron, que las obras de infraestructuras que nos afectan tuvieran el ritmo de ejecución que ahora tienen, por aquello de que estas tierras orilladas caen lejos de su cuna andaluza. En cuanto a su gestión en el resto de España, el supuesto relevo de la temperamental ministra tendría más que ver con su desencuentro con algunos partidos nacionalistas y con su aspereza en las formas, que le han procurado mala prensa. Pero si se confirma su sustitución por el lucense José Blanco, para Zamora e incluso para Castilla y León las expectativas son todavía más favorables. Por supuesto que lo digo por la "nacencia" del presunto ministro. Ya sabemos que la gobernación de un país está sometida a principios como la equidad y la igualdad de trato a territorios y ciudadanos. Mas la experiencia nos dice que lo subjetivo y personal siempre influye algo, aunque sea en dosis pequeñas; vamos, que la tierra siempre tira, aunque no implique barrer para casa a degüello. Así que si el nuevo ministro de Fomento no va a ser nacido en Almeida de Sayago (Miguel Alejo) o en Castroverde de Campos (Jesús Cuadrado), mejor para nosotros que sea gallego antes que catalán o murciano, que por ahí casi no saben dónde queda Zamora. Quizá a algunos de ustedes les resulte un pelín provinciana y hasta "nepótica" esta lectura del supuesto nombramiento de Pepiño Blanco como ministro de las obras públicas. Pero en Galicia ya lo están celebrando, incluido Núñez Feijóo, virtual presidente regional y barón del PP. Ya cuentan, por ejemplo, con una reducción en los plazos de la llegada del AVE a esa comunidad autónoma, que antes tiene que atravesar Zamora, llegar a Puebla de Sanabria y salir por Lubián. A nosotros nos viene de perlas esta condición fronteriza con Galicia, claro, amén de la mayor cercanía que el presunto ministro tiene con las condiciones, los problemas e infraestructuras de todo el Noroeste y de Zamora. Y si a todo eso le añadimos que el secretario de los socialistas de Castilla y León, Oscar López, es una de las personas de confianza del gallego ministrable... (Disculpen esta especie de cuento de la lechera, pero les aseguro que yo me lo creo).