La verdad es que lo mío es una especie de maldición, un gafe. Nunca pillo cuando se trata de derechos o ayudas sociales. Cuando fui madre por primera vez, hace 24 años, no solo no tuve baja maternal -los tres meses que se daban entonces- sino que para más "inri" como tenía un contrato en precario de carácter anual que cumplía justo cuando di a luz mi empresa -un periódico ya desaparecido católico y apostólico para más señas- me dijo aquello de "o lo tomas o lo dejas", es decir, que o pagaba mi sustitución el mes que me cogí libre para atender a mi hijo, o me quedaba en la calle. Lógicamente acepté el chantaje. Apenas había plazas de guarderías y públicas menos con lo que desde el minuto uno me fui a una privada sin ver la mínima ayuda o subvención.

La segunda vez, hace catorce años, sí me dieron la baja maternal correspondiente pero ni una ayuda por nacimiento, ni tiempo de lactancia, ni horario flexible, ni nada de nada para poder conciliar mi vida laboral y familiar. Me hubiera parecido un lujo cualquiera de las ventajas que ahora tienen las jóvenes madres por el parto y la lactancia. ¡Afortunadamente los tiempos cambian! Cuando llegó la hora del colegio, la universidad, los cursos de inglés en el extranjero, los máster, etc. y aunque mis hijos tenían unos magníficos expedientes académicos, la renta familiar siempre se quedaba justo en el límite para pedir ayudas, becas, o aportaciones estatales de cualquier tipo. ¡Que se le va a hacer! Luego ha venido el cheque bebé y ¡claro! ya se me había pasado el arroz así que ¡nada de nada! Mi mala suerte no termina ahí. Después de ser una trabajadora por cuenta ajena durante años, muchos, doy el paso por propia voluntad y decido convertirme en autónoma dueña de mi destino profesional y fiel cumplidora de la hacienda publica. Justo entonces me entero que han cambiado las reglas del juego con eso de la jubilación y que los muchos años que cotizaron por mí el máximo correspondiente a mi sueldo, se van a quedar en casi nada cuando se haga el cómputo con lo que cotizo en mi calidad de trabajadora por cuenta propia. Me aconsejan que suban la cuota, lo hago pero? aun así me temo lo peor.

Aprovechando que soy periodista y que además hago entrevistas políticas me fijo como objetivo dar la matraca a cuantos ministros de Trabajo y de Economía se crucen en mi camino con los distintos gobiernos, reivindicando un trato digno para los autónomos. A todos les hablo de cosas elementales como que podamos ponernos enfermos y seguir comiendo y poco más. Al final se consigue que los autónomos seamos alguien y cuando las cosas parece que empiezan a irme bien sale el presidente Zapatero y nos dice que su cheque regalo electoral de 400 euros del ala por el IRPF a nosotros no nos toca. Da igual que también estemos pagando una hipoteca, que nuestra cesta de la compra esté tan disparada como la de cualquier hijo de vecino o que no nos cuadren las cuentas a mitad de mes. ¿Será que tengo gafe?

Aunque vista la reacción de todo el arco parlamentario -excepto el PSOE con honrosas excepciones- con lo del cheque en cuestión al menos me siento con la mayoría. Esa promesa ni es progresiva, ni es progresista ni hay por donde cogerla, salvo que se entienda como una especie de aguinaldo que se nos dará si somos buenos, votamos a ZP y cumplimos los requisitos. Lo dicho nunca pillo, pero lo sobrellevo bien si se trata de hacer justicia distributiva. Lo malo es que se me intente tomar el pelo, que se me diga que de crisis nada de nada, pero que se tome una medida coyuntural para dinamizar el consumo la cual va a costar la cuarta parte de las reservas del Estado. ¿En que quedamos? Pues que atufa a timo electoral. La improvisación, el populismo y la demagogia son malas consejeras para cuidar el bolsillo de uno ¿O no?