Yo no sé si al lector también le pasará, pero a mí, oye, lo de los políticos me funde los plomos. O sea, en un sentido que voy a explicar. Si oigo a hablar a los socialistas, corro con mi voto en la mano hacia cualquier otro partido. Pero es que después oigo hablar a los del PP y echo a correr en dirección contraria. De modo que no dejo de pensar que al final obtendrá mi apoyo quien menos hable o aquel a quien tenga la suerte de no escuchar tanto. Porque es que desaniman, tú, que no veas. Si uno no es de alguno de los bandos en liza, desaniman todos en general, ¿eh? Aunque, desde luego, haya grados y unos puedan pasarse más de frenada que otros.

Lo de Zaplana, por ejemplo, es de nota. E indica hasta qué punto cada candidato presidencial tiene a su alrededor los políticos que se merece. Pudo elegir Rajoy entre la elegancia e inteligencia de Gallardón o la "inteligencia" de Acebes y la "elegancia" de Zaplana. Ya saben con quiénes se quedó. Y empieza a cobrar su recompensa. Acabo de oír al portavoz parlamentario del PP, en un debate con su homólogo del PSOE, soltando tan fresco la fórmula para acabar de inmediato con la insoportable crispación política de estos últimos años: "Muy fácil, cuando gobierne el PP". ¡Y siguen sin mandarlo para casa! ¿Cómo voy a votar a alguien que me chantajea así: o me votas o te hago la vida imposible? ¡Venga ya!

Pero es que el día anterior se había quedado uno estupefacto con la no menos chantajista oferta de ZP: Vota PSOE y te ahorras cuatrocientos billetes en tu factura fiscal. Pero, bueno, ¿tengo cara yo de dejarme comprar de forma tan burda? ¿La tiene usted? ¿La tendrá el país en general? Y el caso es que la oferta socialista podría haberse presentado sin sonar como sonó: al fin y al cabo, no es muy distinta a las rebajas de impuestos que cada dos por tres ofrecen los del PP o que viene llevando a cabo por sistema su muy admirado Bush (abocando a los EE UU, por decirlo todo, al déficit galopante que amenaza con hundirlos). Pero, nada, se ve que, como me decían de pequeño, donde no hay cabeza ha de haber pies. Y ahí andan todos, saliendo por pies, ya que por cabeza, los pobres, pues se ve que no tienen por dónde salir.

¿Que qué votaré? Pues, hombre, a este paso, como no me vaya tomando mes y medio de reflexión para evitar escuchar más tonterías, difícil lo voy a tener.

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