En cierta ciudad la mar de curiosa, de cuyo nombre no quiero acordarme, se cuenta que un día decidieron sus gobernantes peatonalizar una de las más céntricas calles, creyendo que así atendían a la demanda mayoritaria de sus moradores y a las necesidades generales del vecindario. Pero hete aquí que nada más anunciarse la idea, se armó un enorme alboroto y comenzaron las protestas en la calle elegida. Protestas que se limitaban, al menos en principio, a los comerciantes en ella instalados.

- Estos concejales de ahora, novatos como son, lo que quieren es arruinaros. Si no hay tráfico, no vendrá nadie a comprar a nuestras tiendas. La gente es vaga y no viene andando, menos aún si después tiene que cargar con las bolsas.

Eso decían algunos. Aunque no todos estaban de acuerdo, ni mucho menos, dentro del propio sector:

- Pero, hombre, ¿por qué dices eso? ¿Acaso a los de la calle de al lado no les ha ido mucho mejor desde que la peatonalizaron hace la tira de años?

- Eran otros tiempos. Y además es discutible eso de que le haya ido mejor. Apenas queda un comercio de los que había en ella antaño; ya solo hay bancos o casi.

- Claro, porque la calle tiene más prestigio y sus locales cada vez cuestan más. Por eso se instalan los bancos.

- Pues ve tú a esa calle y déjanos en paz.

- Oye, sin faltar...

Total, que uno de los comerciantes opositores decidió crear una plataforma contraria a la peatonalización de su calle y anunció que recogería firmas para demostrar que no estaba solo, sino todo lo contrario. Y no tardó otro comerciante, partidario de los planes municipales, en formar otra plataforma para recoger firmas, pero a favor de la peatonalización. Ambos se esforzaron durante varias semanas en lograr todos los apoyos posibles en su sector y ambos, cuando tuvieron cuantas firmas lograron reunir, fueron a ver a la alcaldesa de la ciudad, el mismo día y a la misma hora

- Mire -dijo uno-, los comerciantes no queremos que peatonalice usted nuestra calle. Aquí le traigo las firmas para demostrarlo.

- ¿Cuántas me trae?

- Más de cien.

También su contrincante puso sus folios de firmas sobre la mesa de la paciente alcaldesa.

- En realidad, los comerciantes estamos deseando desde hace muchos años que la calle sea peatonal. Y para demostrarlo, aquí están nuestras firmas mayoritarias.

- ¿Cuántas hay?

- Más de cien...

- Pues eso va a ser un empate. Lo mejor será que hablen entre ustedes y traten de ponerse de acuerdo, ¿no?

Eso les dijo la alcaldesa, tratando de evitar conflictos internos entre los sufridos comerciantes de la ciudad. Solo que en ese momento, sin previo aviso, entró en su despacho (de evidentes "puertas abiertas") alguien más que dijo ser representante de los vecinos no comerciantes que vivían en la calle en debate.

- Señora alcaldesa, aquí traigo firmas de los vecinos que no son no comerciantes, con su postura sobre este asunto.

- ¿Y cuál es su postura?

- Que no se decida nada, escuchando sólo a estos dos, que siempre se están peleando.

Aquello mosqueó de veras a los dos primeros recogedores de firmas.

- Bueno, bueno -dijeron a dúo-, a ver si aquí va a poder opinar todo el mundo sobre lo que tanto nos afecta a los comerciantes.

- ¿Acaso no afecta a nadie más? -Preguntó el representante de los vecinos.

- Oiga, los que viven en la calle sin tener tienda, no se juegan nada con el asunto. Nosotros, podemos ir a la ruina.

- Pues yo digo que todos tenemos derecho a opinar.

- De eso nada.

La alcaldesa, al comprobar que por fin se habían unido los comerciantes, terció en el asunto:

- Bueno, bueno. Ahora que están de acuerdo en algo ustedes dos, lo que tienen que hacer es ponerse de acuerdo con sus clientes, que son los vecinos y en particular, digo yo, los que viven en su misma calle. Así que ¿por qué no se quedan un rato charlando los tres aquí mismo, mientras yo me voy a inaugurar alguna cosilla por ahí?

Y cuentan que cuando la alcaldesa volvió, varias horas después, los tres recogefirmas habían llegado al acuerdo de volver a empezar, cada uno por su lado, a recoger firmas de nuevo, para ver quién tenía la verdadera fuerza o razón. Veinte años después seguían discutiendo sobre quién tenía más firmas y cuáles de ellas valían en realidad más o tenían un peso mayor. Eso sí, como todos estaban todo el día en la calle, o recogiendo firmas o discutiendo sobre su validez, hubo que prohibir para siempre el tráfico, con el fin de evitar que pudieran ser atropellados los más callejeros habitantes de aquella curiosa ciudad de cuyo nombre no quiero, ni por asomo, acordarme.

Resistente 1

En el duro mundo de la política tiene mérito aguantar mucho tiempo en un cargo, dada la feroz competencia. Por eso destacamos hoy aquí a dos resistentes de las listas en esta provincia. Por el PP, en la esquina de la derecha, aguanta Dionisio García Carnero, camino de lograr su soñada jubilación como senador del Reino. Cierto, no es el único que repite, pero sí es el que más años lleva acumulados en la Cámara Alta y el que previsiblemente tiene más boletos para repetir también dentro de cuatro años. Tipo afortunado y sobrado de astucia, este antiguo maestro, oriundo de Friera de Valverde.

Resistente 2

Y en la esquina de la izquierda, con el calzón rojo del PSOE, otro púgil no menos temible para los suyos, Jesús Cuadrado. Logró una vez auparse al más codiciado de los cargos de que se dispone en su partido, el de diputado, y ya no lo han podido volver a apear, aunque todos los demás a su alrededor van cayendo en sucesivas disputas y conspiraciones. Algo tendrá este político, que también viene del norte de la provincia y que como su contrincante Carnero comenzó fogueándose en el muy exigente gimnasio benaventano. También él, por cierto, proviene del fértil mundo de la enseñanza.

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