Se celebra en Madrid el IV Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo. Asisten 400 víctimas de atentados terroristas, venidas de once países distintos. Sólo una ínfima parte de quienes sufren en sus carnes, cada año, el látigo de la barbarie y el terror. Sólo en Colombia quedan más de 3.000 secuestrados en manos de las FARC. Algunos de los que han sido liberados o pudieron escapar de sus captores han venido a contar la terrorífica actuación de ésos, a los que con cierto halo de romanticismo aún se les llama de manera generalizada guerrilleros, insurgentes, rebeldes o con aún mayor desvergüenza, libertadores o idealistas.

En septiembre de 2006, 192 miembros de la ONU aprobaban por primera vez en una resolución la estrategia mundial contra el terrorismo y un plan de acción. "Constituye un testimonio común de que nosotros, las Naciones Unidas, plantaremos cara al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones y que independientemente de quien lo cometa, en dónde y con qué propósitos, debe ser condenado y no será tolerado". Y sin embargo, como tantas otras resoluciones internacionales, se aprobó sabiendo ya de entrada que era papel mojado.

El terrorismo sería un hecho aislado en vías de extinción de no ser por los intereses bastardos de los países limítrofes, en unos casos y de las grandes redes internacionales de fabricación y tráfico de armas en otros. Fabricantes sin escrúpulos, apoyados en gobiernos totalitarios y por lo tanto corruptos, tejen esa malla de muerte y oprobio hasta en los más recónditos rincones del planeta. Mientras tanto, el mundo civilizado, heredero aún de la época de división en dos grandes bloques, consiente y a veces ayuda en ese rearme y financiación. Como consiente otros escándalos internacionales que también son terrorismo. Como la existencia, según datos de Amnistía Internacional, de 300.000 niños soldados en el mundo.

El terrorismo, ha dicho el Príncipe Felipe en la inauguración del congreso, "es siempre injustificable, trunca el ejercicio de los más elementales derechos y niega las libertades". Ha manifestado así mismo "el desprecio hacia cuantos asesinan, secuestran, amenazan o extorsionan en nombre de ideologías totalitarias y excluyentes" y ha recordado que "nada ni nadie puede compensar a las numerosas víctimas de la lacra terrorista por la irreparable pérdida de sus vidas, por el sufrimiento que generan sus heridas o por la dolorosa huella que dejan sus cicatrices". En España hay muchos afectados y por desgracia esperamos más. No entiendo, respetada Laura, que en tu columna del lunes parecieras ofendida porque el Foro Pensamiento y Libertad plantee una cuestación para rendirles un humilde homenaje escultórico. A todas las víctimas del terrorismo. Madrid lo va a hacer también, así lo ha comprometido su alcalde a petición de las víctimas. Es un derecho, y seguramente un deber ético, de todos los ciudadanos libres. A favor, no en contra.