El secretario de Organización Socialista José Blanco, convertido en inspector Gadjet, le puso la lámpara en la cara al Papa y le interrogó: "Santidad, ¿su idea de familia tradicional consiste en tener a la mujer en casa y con la pata quebrada??". El Papa sonrió y le contestó, "anda Josefo, vete al fútbol". Pepín cogió la pelota y viendo sonreír al Papa se fue tan contento pesando que le había puesto contra las cuerdas. No sabe que Josefo, Flavio Josefo, fue un historiador judío del partido fariseo. Ignora que fariseo significa hipócrita. Y es que este alumno torcido de Derecho, incapaz de aprobar primero, ha querido ponerse a la altura intelectual de Ratzinger y claro, ha dado muestras de desconocer la opinión vaticana sobre el papel de la mujer en la sociedad actual.

Ciudad del Vaticano, ocho de marzo del 98. Juan Pablo II reclamaba respecto para el papel de la mujer en la sociedad "es necesario el pleno reconocimiento de la igualdad de la mujer". Clama por "la dignidad de la mujer despreciada, humillada y relegada" para añadir: "¿Y qué decir de los obstáculos que en tantas partes del mundo todavía impiden a la mujer la plena inserción en la vida social, política y económica?".

Para dejar a Josefo como el fariseo que es, apostilló: "Deseo hacer un llamamiento a favor de las mujeres a las que todavía hoy se les niega los derechos fundamentales en los regímenes políticos de sus países, de las segregadas a las que está prohibido estudiar, ejercitar una profesión o manifestar en público su pensamiento".

Y no olvidaba a las discriminadas en razón de nuestro consumista mundo: "Cuántas mujeres son valoradas más por el aspecto físico que por sus cualidades personales, competencia profesional, obras de inteligencia?".

Claro que lo que practica Blanco con estas provocaciones no es sino el travestismo político. Habla por boca de ganso y pone su cara para que no se la partan al jefe. Porque nadie duda ya de que lo que hace el PSOE obedece a una estrategia electoral que pone a la Iglesia como diana: todos contra el clero para sacar tajada en las urnas de parte de los sectores más radicales.

Lo vimos después de que Zapatero metiera la cuña para tratar de presentar a una iglesia dividida en dos facciones representadas por obispo bueno, obispo malo, iglesia progre, iglesia retro. Lo vimos cuando después de sus declaraciones la ministra Chacón tiró del hilo de la cometa que había levantado el jefe para decir lo mismo. La cuña le salió por la culata cuando el Papa dejó claro que la voz de la Iglesia en esto de la familia es una. Entonces Blanco tiró por la calle de en medio y ausente de argumentos dijo eso, que el Papa lo que quiere es a la mujer fregando en casa.

A mí Pepe Blanco me recuerda a Anita Hart. Anita es el culo cinematográfico de Liz Hurley, Pamela Anderson o Cindy Crawford, estrellas celosas de mostrar su retaguardia al público. Sólo una diferencia, el culo que presta Anita como doble es deseado y la cara que presta Pepe es de un miope subido. Zapatero es Cindy. Cuando de enseñar el culo se trata se pone Pepe.

El cine y la política son así. Se fabrican a piezas. Cada uno forma una parte del puzzle para crear un todo tan ideal como falso. A mí me da pena esta Anita Hurt de la política que es Blanco. Le toca hacer el papel sucio. Lo grave es que ignoremos que la cara y el culo sirven al mismo guión de crear falsas ilusiones. La pata quebrada? ¿Quo vadis Pepe Blanco? O lo que es lo mismo, ¿Ande vas, Josefo?