El obispo emérito Setién ha escrito un libro sobre Setién y lo que opina Setién. ¿Y qué opinión tiene Setién de Setién? Pues en general, bastante buena, por no decir inmejorable. En cambio, Setién no tiene muy buena opinión de los que atacan a Setién, porque se dedica a explicar lo que sus enemigos califican de ambigüedades. El resultado es ambiguo, debido a que matiza mucho, luego retoca el matiz, y, a continuación, matiza el retoque del matiz, con lo que la lectura se queda entre el estilo "homilía Setién" y el estilo Oráculo de Delfos, pero se entienden muchas cosas.

Por ejemplo, no hay que hablar de arrepentimiento, eso nunca, sino de reconciliación. Para arreglar el problema vasco hay que contar con el perdón de las víctimas de ETA, perdón heroico, lo reconoce, pero ése sólo es el camino. También están las víctimas que no son víctimas de ETA, pero les ha salido un hijo pistolero de provecho o colocador de bombas, y esos también son víctimas, porque, además, les llevan a unas cárceles que están lejísimos. No le gusta ETA, aunque reconoce que sus asesinos, en el fondo, son unos revolucionarios, pero no les llama asesinos, claro está.

Hay cosas estupendas de Setién que no cuenta en el libro. Por ejemplo, su espeso silencio sobre ETA mientras vivió Franco. Más aún, la dolorosa resignación con la que soportó las recomendaciones de Carrero Blanco y de Camilo Alonso Vega, amigos los dos de Franco, para que le nombraran obispo en el Palacio de Ayete en 1972. Ese meritorio sufrimiento se lo calla en una indudable prueba de humildad. Tampoco recuerda que, tras el asesinato de Carrero, dijo que no se podía demostrar que fuera ETA "porque hay más grupos terrorista en España, aparte de ETA". Es partidario de una negociación en la que participen "las sensibilidades de ANV y Batasuna" y la Ley de Partidos le parece una sinrazón. El libro se titula "Un obispo vasco ante ETA" y, si yo fuera de ETA, opinaría muy bien de él. Casi tan bien como Setién juzga al propio Setién.