Con un desparpajo sorprendente, una empresa de líneas aéreas ha publicado un anuncio en el que el motivo central del reclamo es la imagen del presidente del gobierno, poniendo en su boca un pensamiento sobre la oferta de la empresa. A la empresa le parece divertido, y dice que en Moncloa tendrán otros asuntos más urgentes en los que ocuparse, y así será, pero no pueden dejar que se utilice la imagen del presidente, entre otras cosas porque si no existe una reacción, la gente puede pensar que el señor Zapatero cobra una pasta gansa como modelo publicitario.

Es asombroso cómo cuestiones establecidas en todas las legislaciones de los países de la Unión Europea, cual es el caso del derecho a la propia imagen, sean asaltadas con tanto descaro como desenvoltura.

Nos encontramos ante una insolencia increíble, se trate de quien se trate, sea un político, un ascensorista, un jugador de fútbol o un peluquero. No se puede tomar la fotografía de un ciudadano, reproducirla sin pedir permiso, y asociarla a un mensaje publicitario. En la empresa han dicho que es humorístico. ¿Sería humorístico tomar la fotografía del presidente de la empresa aérea, y asociarla a un anuncio de compresas femeninas, sin consultárselo previamente? ¿Se matarían de risa en el consejo de administración de las líneas aéreas? ¿O mejor una empresa de pompas fúnebres? El presidente podría estar pensando: "En caso de catástrofe, lo mejor Pompas La Alegría, que parece que los muertos han fallecido de risa". Vamos, para tener que tomar calmantes que atenúen la hilaridad.

Las normas son para todos: para el presidente y para el más modesto de los contribuyentes. Y, también, el respeto. Es un mal síntoma que aspectos impensables en cualquier país de nuestro entorno se produzcan aquí, y, aun lo peor, que no causen asombro, como si las normas estuvieran para no cumplirlas. Bueno, empecemos con los billetes de avión de esa compañía, y que cada uno pague lo que quiera.