Este domingo me volví a sentir catalán. O sea, catalanísimo. En cuanto empecé a ver rayos y oír truenos, dije a la familia:

- Atentos, que estamos a punto de ser catalanes.

- ¿Por qué?

En ese momento llegó el primer corte de luz.

- Por eso.

Después hubo otro. Y ya por la noche, ignoro si sólo un tercero o varios más, ya que sólo comprobé al despertar que los relojes eléctricos parpadeaban desprogramados como si hubieran vuelto a beber (ese es por cierto su estado más natural desde que me fui a vivir al "medio rural"). Menos mal que hace tiempo, dado que la situación eléctrica de Zamora es más catalana de lo que los catalanes pueden imaginar, compré un despertador a la antigua; o sea, sin nada que ver con la electricidad. De no haberlo hecho, no vean la de días que no hubiera llegado a tiempo al trabajo. El caso es que los cortes de luz del domingo me dieron no poco ánimo:

- Seguro que Zapatero, en cuanto se entere, viene corriendo a Zamora a interesarse por nuestros problemas y nos promete inversiones sin fin. A ver. Sólo hay que ver lo de Cataluña, donde ni la mitad de la mitad.

Aunque a lo mejor a nosotros, eso lo tengo que reconocer, nos falla la cosa política. Porque aquí es inimaginable que un ex presidente, cual Lucas, salga proponiendo un huelga fiscal por la falta de inversiones, tal y como ha hecho allá el inefable Pujol. Tampoco tenemos el guirigay de partidos "decisivos" que tienen los catalanes, siempre en busca de una excusa o en espera de un motivo para tender la mano y pronunciar una sola palabra:

- Más.

Nosotros, esa es la verdad, de catalanes sólo tenemos las deficiencias elevadas al cubo. Y, claro, con eso sólo, pues a ver. Acaba de estar otra vez Zapatero en Cataluña y le ha advertido el "president" Montilla:

- Zapatero, no nos falles en las inversiones...

Aquí lo único que le dice nuestro presidente regional, venga o no venga, esté o no esté, sea pertinente o no, es:

- ¡Zapatero nos falla siempre; Zapatero no nos quiere; Zapatero nos odia; tonto el que vote a Zapatero?!

Así que, en definitiva, nuestra realidad no se parece en nada a la catalana, no. Aquí los cortes de luz, tan frecuentes, nos apagan y ya está. Allí, con que haya uno, con que se les vaya la luz una vez, en vez de apagarse, se "encienden". Y ya ven. Así que habrá que pedir la independencia zamorana y con salida al mar. Ya me entienden: para tener menos cortes de luz pero quejarnos como el que más.

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