La materia tiene vida en la obra de Baltasar Lobo, como refleja la exposición "Un español de París", inaugurada ayer, en la Galería Leandro Navarro de Madrid. Son 26 piezas, todas de bronce, que aúnan lo figurativo y lo abstracto, la tradición imbricada en la modernidad. Así, el arte verdadero tiene un alto precio. Críticos, expertos y coleccionistas recorrieron la sala. Sabían lo que querían ver: la producción de aquel hombre tímido y sencillo.

La obra del escultor zamorano (1910-1993) es síntesis. Ya sean desnudos femeninos, maternidades, diosas, centauresas o gitanas. Y son creaciones plenas de armonía y de fuerza, de sensualidad y de abstraimiento. Es una interpretación viva, actual. En la muestra, se exhiben trabajos de muy distintas épocas -de los años 40 a 1991-, de muy variados tamaños. Y en todas existe ese afán de búsqueda de la obra acabada.

Iñigo Navarro, director de la galería, destacaba el interés de su casa «en recuperar su obra para España, pues gran parte de la producción se halla en el extranjero: en Europa y Sudamérica». La comunicación «con todos los depositarios» de la escultura del zamorano ha permitido reunir esa veintena de piezas. «Hay un coleccionismo muy pujante que valora su arte». Tanto que las piezas más pequeñas se cotizan a 14.000 euros. Coleccionistas privados y museos quieren enriquecer sus fondos con trabajos del terracampino. Navarro cree que «pocos artistas han mostrado una observación sobre el mundo de la mujer, en distintas situaciones, como él». Donelis Almeida, restaurador del Museo de Zamora, apuntaba que se trata de «una muestra importante por el número de obras, las épocas y las formas, tan representativas. Una verdadera sorpresa».

La apertura de la muestra reunió, en la fría noche madrileña, a especialistas en la escultura de Lobo, como el crítico Víctor Zarza o el escultor Rafael Buyos. Otros lo harán, así lo han anunciado, en jornadas posteriores. Visitación Lobo, hermana del escultor, manifestaba que acudirá en los próximos días. Y miraba con ilusión ese proyecto de convertir el Castillo de Zamora en Museo de Baltasar Lobo, aunque, ya avisan, quedan dos años por delante. Pero, después de legados y fundaciones, bueno es empezar. Con Moneo diciendo dónde debe ir la piedra, la madera y el vidrio. Lo demás es cosa del zamorano de París.