Desde que el mundo se ha globalizado, desde que lo percibimos en su conjunto, desde que las distancias han quedado virtualmente abolidas, vivir se ha vuelto más complejo. O cuando menos, padecemos más inseguridades. Antaño uno "solo" tenía que preocuparse de su tribu, conjurar los peligros de pocos kilómetros a la redonda e ir tirando. Ahora, nos tenemos que preocupar hasta de lo que pasa en las antípodas, porque sus efectos, a los dos días, pueden estar a nuestra puerta. Mira con la gripe aviar. Se pusieron malas unas aves no sé dónde, en China. Pero, chico, la China ya no está en los confines del mundo conocido. Está ahí mismo. Tomas un avión y en unas horas andas por Pekín como un romero. Las aves, bien es verdad, han dispuesto siempre de líneas aéreas propias y particulares. Total, que ya están a punto de llegar o han llegado aquí las griposillas y no sabemos si seguir comiendo pollo o pasarnos una temporada a la ternera, ahora que casi nos hemos olvidado de las vacas locas.

El efecto mariposa cada vez afecta a más mariposas. Como quien dice. No sé si les suena lo del tal efecto. Forma parte de la teoría del caos. En origen era sólo el nombre poético de unas precisas fórmulas matemáticas, que describían el impacto potencial de un insignificante dato que al no ser evaluado podía dar al traste con la previsión meteorológica mejor fundada. El aleteo de una mariposa en Pekín, se explicaba, puede convertirse con el tiempo en una poderosa tormenta en la otra punta. Pues por ahí andamos, oye. En pleno caos y asombrados de lo que cada dos por tres nos llega porque aleteó en las Quimbambas una mariposa o estornudó en su nido chino una paloma.

A ver, si no, por qué se quejan tanto los del campo y encadenan una protesta detrás de otra. ¿Porque aquí pasan desgracias? Qué va. Porque en Bruselas, por ejemplo, entra una mariposa en el despacho de un eurofuncionario, le emborrona las ideas y al poco tiempo llega aquí la orden de arrancar las viñas, vender las vacas o dejar de ordeñar tanto a las abejas (con a de miel, sí). Y lo del pollo ahora, como digo, puro efecto mariposa. La teoría del caos nos ha alcanzado. El mundo es una casa común donde no cabe aislarse cada cual en su habitáculo. No basta con domesticar la mariposa de cada uno, hay que controlarlas todas. Menudo lío. Lo que urge -como uno se temía- no es elaborar nuevos estatutos regionales sino uno mundial. O no sé si volveremos a dormir tranquilos.

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