Madrid.- Jornada muy ecléctica la celebrada ayer en Pasarela Cibeles que comenzó su andadura con cinco diseñadores muy diferentes que, sin embargo, dejaron entrever alguna tendencia para la próxima temporada otoño-invierno, como es la subida de los talles, que en pantalones y faldas se sitúan en la cintura, y en los vestidos bajo el pecho, tipo imperio, dando a las prendas un toque romántico.

Estrenado un nuevo montaje en una gran carpa se presentaron unas colecciones en las que la calidad está fuera de toda duda, dado el nivel de los diseñadores, pero en las que se echó de menos ese toque más glamouroso y transgresor que se espera contemplar en pasarela, y que se salvó por algunas de las propuestas de Agatha Ruiz de la Prada.

Lo cierto es que esta diseñadora, cuyos desfile eran antes esperados por la espectacularidad que suponían, muestra cada vez más que es merecedora del lugar en el que ha conseguido situarse internacionalmente.

La colección presentada ayer reúne todo el universo de Agatha Ruiz de la Prada, pero suavizado. Con sus iconos presentes, no se ha inspirado en una línea o época concreta sino que ha hecho incursiones en todas ellas, desde los años veinte, con talles bajo la cadera, hasta los ochenta, con piezas y volúmenes geométricos, buscando una mujer que vista cómoda. Siempre perfecto en sus creaciones, Lemoniez inauguró Cibeles con un desfile corto en el que presentó una colección con muchos toques "balenciaga", sobre todo en los abrigos, con volúmenes globo. La pata de gallo en negro blanco, el ojo de perdiz y el cheviot fueron imprescindibles en unas propuestas de estilo clásico y masculino.

Frente a la «brevedad» de Lemoniez se sitúo la colección "Mi Mar" de Francis Montesinos que con estampados inspirados en el Mediterráneo sacó diferentes líneas llevadas tanto a la colección femenina como a la masculina. Desde el estampado confeccionado con terciopelo sobre gasa en suaves tonos blancos, azules, hasta el mismo estampado en una fuerte combinación de negro, marrón y rojo.

En una mirada hacia oriente, Montesinos hizo su particular versión del kimono en raso de seda, principalmente para hombre, que termina con falda de volantes, y para finalizar ofreció dos propuestas de boda.

Un ejemplo claro del regreso a los talles más altos fue la colección en la que Angel Schlesser reivindica los ligeros vestidos cortados bajo el pecho, en encaje negro o blanco, con largo situado sobre la rodilla, al igual que el de las faldas rectas sin ninguna concesión.