Yo soy uno de esos ciudadanos insolidarios e individualistas que piensa que Hacienda, cuanto más lejos, mejor. Como asalariado y contribuyente simplón, de esos que el ordenador tiene controlados y bien cogidos por la nómina, sin más actividad económica que el trabajo por cuenta ajena, creo que con un contacto al año con el fisco ya me sobra. Y si no tuviera ni ese uno, mucho mejor. Algo así estarán rumiando, aunque lo callen, algunos contribuyentes forzosos de las comarcas de Benavente, Los Valles o Sanabria, zonas donde la Agencia Tributaria ha dado sonoros sablazos durante los últimos años, especialmente desde que instaló sucursal en el área. Ahora, según nos anuncia un sindicato de la casa, parece que los responsables de la maquinaria fiscal del Estado quieren levantar la mitad del quiosco benaventano, disminuir las competencias y los servicios que se prestan y, probablemente, la mano de obra. Da la impresión de que ya han hecho la caja que querían y ahora se disponen a levantar la tienda, porque ya no les trae cuenta, ya no les sale rentable el chiringuito y hay que ahorrar costes como sea.

Bromas a un lado (a pesar de que conozco a muchos, paganos o funcionarios de alto rango, a quienes no les harán ni pizca de gracia estos comentarios), resulta que un denominado Departamento de Organización, Planificación y Relaciones Institucionales ha propuesto mandar a Benavente a segunda división, descender a nivel dos la categoría de la delegación tributaria en la ciudad de los Condes Duques. Si esa reducción afectara sólo a las inspecciones, a la presión implacable de los recaudadores y al control de las rentas, pues a lo mejor nos haríamos los despistados y no decíamos ni "mu". O quizá sí, porque ya son muchos años de pedagogía cívica y solidaria, de persuadirnos de que Hacienda somos todos y de que los impuestos sirven para hacer hospitales y autovías, que incluso estaríamos dispuestos a pasar por ventanilla sin que las leyes nos obligaran. (No creo que fuera mi caso, eh). Pero no es sólo eso, claro. La Delegación presta otros muchos servicios a los ciudadanos, empresarios, profesionales autónomos, agricultores y ganaderos, sin necesidad de que éstos tengan que desplazarse a Zamora, servicios que según denuncia ese sindicato se verían recortados de forma importante. Y hablamos de más de un centenar de municipios y, según mis cálculos, de unos 80.000 habitantes, los mismos que se beneficiarían de ese nuevo hospital que nos volverán a prometer en las próximas elecciones.

Se trata, otra vez, de una "planificación ajena a la realidad social y económica" de un territorio que forcejea por desarrollarse y sacar la cabeza. Como bien se apunta desde la zona, ya pueden los vecinos hacer campañas para llegar a los 20.000 habitantes en la ciudad, para que luego vengan los señoritos de Madrid con las rebajas y, sobre una mesa de caoba en un despacho enmoquetado de algún ministerio, tracen dos líneas, mezclen contribuyentes con pimientos, hagan la cuenta la vieja y corten por lo sano.

Y todo bajo una apariencia de modernidad y eficacia, que para eso han llenado los pueblos de ordenadores, han conectado gratis a Internet a todo bicho viviente, la web tributaria es una de las mejores de España y se puede hacer cualquier gestión desde casa o desde la huerta, con sólo darle a la tecla con un dedo mientras con el resto ordeñamos a la vaca o seleccionamos habones. ¡Vivan los planificadores que ignoran la realidad de la España periférica y provinciana! Aunque no tengan ni puta idea.