En cualquier mapa de la red de carreteras de hace veinticinco o treinta años, sale de ojo la ausencia de rayas gruesas (vías nacionales dignas y autovías) en toda la franja Oeste de la Península, desde Galicia hasta Huelva, vacío que discurre a lo largo de toda la frontera hispano-portuguesa. Llaman la atención, en cambio, los largos y anchos trazos que jalonan toda la costa mediterránea, desde Málaga a Gerona, así como buena parte de la cornisa cantábrica. Luego, claro, destaca el nudo de líneas que se observa en torno a Madrid, centro político y administrativo, en una estructura de comunicaciones radial, que extendía sus tentáculos hacia cuatro o cinco puntos periféricos de la geografía nacional. Fuera de ese dibujo, entre ramal y ramal, la nada. Luego vinieron otros tiempos, y aunque se siguieron tirando líneas (planificando grandes carreteras) desde la Corte hacia el Sur y hacia el Noroeste, por ejemplo, los políticos y expertos comenzaron a hablar de una red de comunicaciones "mallada" (en forma de malla) que uniera y ensamblara los territorios intermedios y que parecían de nadie.

Si consultamos hoy un plano de carreteras puesto al día observaremos que el panorama general es otro muy distinto, con muchas más rayas gruesas que no sólo van del centro hacia fuera, sino también de norte a sur, de forma transversal y alguna de este a oeste, excepto en el eje vertical que une la Galicia baja con el norte andaluz, en cuyo trazado sí se ve de forma intermitente algún que otro trocico de línea más ancha: son los tramos de la Autovía de la Plata que se han ido construyendo por goteo en zonas como León o Zafra. Ese dibujo, afortunadamente, tiene los días contados. Con la cartografía del Ministerio de Fomento puesta al día, donde constan los tramos de carreteras que están en obras, los que van a estarlo de forma inminente y los proyectados y con dinero ya dispuesto, la famosa franja Oeste peninsular ya tiene su dibujo propio, de norte a sur, y varias grecas horizontales; la Autovía del Duero, en lo que a Zamora atañe, es una de ellas. Con retraso de varias décadas, pero al fin los parias del Oeste tenemos igual trato que el resto de los españoles en cuestión de carreteras, gracias no sólo a este Gobierno.

Pero, ¿y el tren?, ¿cómo es la trama de líneas ferroviarias que nos ofrece hoy el mapa peninsular? Pues la desdichada franja Oeste vuelve a ser la cenicienta, la gran marginada de todos los proyectos e intenciones oficiales, tanto desde la Administración central como desde la autonómica, digan lo que digan los unos y los otros. Veinte años después del cierre de la línea entre Extremadura y Astorga, la Ruta de la Plata en tren no figura ni entre los bocetos a medio plazo del Plan de Infraestructuras. Se contempla, sí, la perspectiva de que se elaboren estudios de viabilidad para la reapertura, pero más allá de eso no hay seguridad de nada. Que desde la comunidad autónoma se sumen ahora a esta reclamación entra en el juego político, pero nunca se ha movido un dedo para que esta vía clausurada fuera reabierta, mientras sí se ha co-financiado con dinero regional alguna que otra línea de cercanías y trayectos del tren de vía estrecha. Pero no vamos a culpar a la Junta, ni mucho menos, de este olvido; sólo es reprochable tanto cinismo y tanta insinceridad, después de que Aznar prometiera enmendar el error socialista.

Esa enmienda corresponde al actual Gobierno, si de verdad se rige por criterios de solidaridad, de reequilibrio y vertebración territorial, como nos prometieron no hace tanto. Si la viabilidad de la línea se analiza desde el prisma "economicista" que aconsejó el cierre, la franja Oeste seguirá sin tren durante lo que resta de siglo.