Generación tras generación hay un producto de inversión cuya percepción se mantiene inalterable frente a los vaivenes de la economía española: el ladrillo. Lo afirma Diego Bestard, CEO de la plataforma Urbanitae y vicepresidente de la Asociación Española de Fintech e Insurtech (AEFI), y los datos le avalan. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el 80% de los ciudadanos residentes en España posee una vivienda en propiedad y el 74% del ahorro de los españoles se concentra en este tipo de inmuebles, tal y como destaca la Encuesta Financiera del Banco Central de España.

Tenemos lo de "invertir en ladrillo" grabado a fuego, por tradición y porque, a tenor de los números del Banco de España, sigue siendo la opción de inversión que ofrece mejores rendimientos, por encima del 10% anual. Pero, lo que sí ha cambiado es la forma de canalizar y hacer efectivas estas inversiones. Ya no hace falta amasar una gran cantidad de dinero o comprar una casa para poder obtener rentabilidad con nuestros ahorros. Las opciones se han multiplicado y hoy, con 50 euros y sin moverse del sofá, ya es posible invertir en vivienda. ¿Cómo?

Seguro que a todos les suena el término "crowdfunding", una herramienta de financiación participativa que ha hecho prosperar multitud de proyectos de todo tipo. Pues este modelo de inversión digital abierto a todo el mundo también se aplica al sector inmobiliario.

La democratización de las inversiones

En España ya existe una larga lista de plataformas digitales que se encargan de proveer el espacio para que los ahorradores participen en inversiones inmobiliarias colectivas con el fin de obtener una rentabilidad proporcional al capital aportado, ya sea mediante el posterior alquiler o venta del bien raíz.

Hablamos de crowdfunding inmobiliario, "el arte de llevar a cabo el negocio de la inversión inmobiliaria de forma rápida, transparente y eficiente, en donde gracias a la tecnología, se consigue ahorrar tiempo y dinero tanto a los promotores como a los inversores", define Miguel García, especialista en crowdfunding inmobiliario y CEO de InmoCrowd, agregador de este tipo de oportunidades. En tres clics, desde un ordenador o teléfono móvil, se puede invertir en proyectos inmobiliarios que anteriormente estaban fuera del alcance de los ahorradores particulares y así se "democratizan las inversiones", señala el experto.

Estas plataformas (Housers, Urbanitae, Civislend, Stockcrowdin, Incrowdhouse€) analizan diferentes proyectos de venta y reforma de edificios, locales o viviendas en las principales ciudades de España para su alquiler y venta. Luego publican estos proyectos en sus páginas web y son los inversores los que eligen los proyectos donde desean invertir.

Rentabilidad y riesgos

A cambio de una comisión de gestión, que suele ser un porcentaje entre el 2 y el 10% de los beneficios obtenidos, las empresas de crowdfunding ponen "su tiempo y conocimiento" al servicio del inversor, lo que hace que el proceso sea rápido y sencillo. No obstante, "como cualquier inversión que rente algo atractivo", el crowdfunding inmobiliario no está exento de riesgos. "Ahora bien -matiza el especialista- en ese binomio de riesgo-rentabilidad y en comparación con otras oportunidades que ofrece el universo crowdfunding, se puede decir que el inmobiliario otorga una atractiva rentabilidad con un riesgo acotado".

Como explica Miguel, la rentabilidad varía en función de cómo esté diseñada la inversión y los plazos: "Hay inversiones a corto plazo, desde los 12 a los 30 meses, con tipos de interés en la horquilla del 7-12 %. Otras pueden ir de los 24 a los 120 meses. Es estas normalmente se compra un inmueble para su reforma, alquiler y, finalmente, venta. Aquí la rentabilidad es compuesta, es decir, la del alquiler más la plusvalía generada por la revalorización del activo. Dependiendo del precio de compra inicial y el plazo estipulado, podemos hablar de rentabilidades desde el 15 % a más de 40 %".

Entre los riesgos, el principal es la "pérdida del dinero invertido" porque "las inversiones a través de las PFP -plataformas de financiación participativa- no están garantizadas por ningún fondo y el caso del crowdfunding inmobiliario no es distinto", indican desde InmoCrowd. Pero puntualiza: "No obstante, siempre hay un inmueble que respalda la inversión, por tanto, la pérdida total es imposible".

Otras situaciones que enumera son riesgo de que el promotor no gestione el proyecto tal cual expuso, riesgo de no obtener la rentabilidad proyectada y en su defecto no recibir dividendos inicialmente esperados e, incluso, riesgo de quiebra de la plataforma como empresa. Sobre este último caso, Miguel advierte que "la ley obliga a las plataformas a estar auditadas y a tener mecanismos de protección para salvaguardar los intereses de los inversores".

Inversiones grandes, cantidades pequeñas

Para tener un mayor control y limitar el riesgo, la ley también fija el máximo a invertir según el tipo de inversor y la cuantía de los proyectos a financiar: "Los inversores no acreditados, es decir, no profesionales, pueden invertir un máximo de 3.000 euros por proyecto y de 10.000 euros en el conjunto de sus inversiones al año. El inversor acreditado no tiene límites. Los proyectos dirigidos a inversores no acreditados no pueden superar el umbral de los 2 millones de euros. El máximo es 5 millones para los profesionales".

El mínimo será "lo que acuerde el promotor del proyecto y la plataforma". Con 50 euros en el bolsillo una persona puede comenzar a invertir en vivienda, aunque algunas plataformas "prefieren un ticket superior, de incluso 1.000 euros", explica Miguel.

¿Algún consejo? "Más allá de la rentabilidad, analizar quien está detrás de cada proyecto y diversificar siempre. Esta es una máxima en toda inversión. Si dispone de 3.000 euros para invertir es mejor entrar en 10 proyectos con 300 euros que en 5 con 600 euros y probar en distintas plataformas viendo también el perfil inversor de largo o corto plazo".