"Andrés Vázquez me sacó por primera vez en mi vida a un ruedo"

Su padre iba en la cuadrilla de Andrés Vázquez como banderillero y así entró en contacto con el maestro de Villalpando, de quien destaca que fue su "mejor aliado" a la hora de comenzar e impulsar su carrera como matador de toros, a la que su progenitor se negaba. De El Nono, que llegó a ser su apoderado, guarda gratos recuerdos, inolvidables anécdotas y profundas enseñanzas, algunas, recogidas en el libro "Maestro", que costeará parte de la estatua que se colocará en su pueblo natal

El torero Luis Miguel Calvo Juncal posa en Toro junto al boceto de la estatua de Andrés Vázquez.

El torero Luis Miguel Calvo Juncal posa en Toro junto al boceto de la estatua de Andrés Vázquez. / Carmen Toro

-Su padre fue banderillero de Andrés Vázquez, ¿qué recuerda con más intensidad del maestro en esos años suyos de infancia?

-Tengo que retrotraerme a la niñez. El tema más anecdótico y más relevante para mí es que mi padre, al ser un torero profesional, en este caso, de plata, siendo uno de los hombres de confianza de la cuadrilla del maestro, no estaba por la labor de que yo apuntara las ganas y que manifestara que me atraía mucho ser torero.

Desde pequeño, tuve esta inquietud y no fue hasta que conocí al maestro Andrés Vázquez en las cacerías de galgos, siendo yo muy crío, con 8 o 9 años, donde vislumbré que había una persona que me podía servir como de apoyo para que mi padre, de alguna manera, pudiera ir cediendo, y apoyándome en el apoyo del maestro Andrés Vázquez, que siempre que me veía, bromeaba y decía que yo tenía hechura de torero y que yo tenía que ser torero, bromeaba con el asunto yo no sé si porque a mi padre le molestaba en parte; medio en broma medio en serio, me abría el camino y me apoyaba. Así fue el inicio de mi relación con el maestro que, después de ya no estar mi padre, fue como un segundo padre y, en el tema profesional, junto con mi propio padre, fueron los dos que se sacrificaron por mi carrera.

-Precisamente, en el libro "Maestro" escribe un capítulo en el que cuenta que él se convirtió en su "mejor aliado" para ser torero...

-Él ya era una figura de relumbrón y yo, aunque todavía era un crío, sabía que era un torero importantísimo. Tuve esa suerte de criarme muy al regazo del maestro y mi cuadrilla era su cuadrilla.

Empecé por un camino que no era de rosas, pero me bajaba a banderillear con 11 o 12 años vestido de calle a los festivales que toreaba con otras figuras del toreo, como José Fuentes, el maestro Pedrés, Gregorio Sánchez, Jaime Ostos,... esos fueron mis principios, el maestro me apoyaba y me bajó al ruedo por primera vez en mi vida, vestido de calle, desde el tendido, me invitó a banderillear en un festival, aquello salió bien y se produjo esa misma invitación y esa presentación, de alguna manera, en festejos donde actuaban grandes toreros; un crío al que se le daba la oportunidad de salir, de dejarlo ver, de banderillear... y, gracias al inicio del arranque del maestro Andrés, al año siguiente, empecé a contratar becerradas para matar mis primeros becerros, luego las de sin caballos.

Todo el proceso de aprendizaje y de formación vino dado por aquel impulso y aquella forma tan original del maestro de arrancar mi vida de torero, sacándome directamente al toro cuando era un crío y, en base a los resultados, en esos pueblos era más factible mi contratación ya como oficial, como becerrista o como novillero sin caballos.

Vázquez y Juncal, junto al carretón con el que entrenaban la suerte suprema. | CEDIDA.

Vázquez y Juncal, junto al carretón con el que entrenaban la suerte suprema. | CEDIDA. / Cedida.

-Además, fue alumno de Andrés Vázquez en la escuela "Marcial Lalanda"... ¿Cómo eran las clases con él? ¿Difería mucho en esa faceta más profesional de las enseñanzas que le ofrecía fuera de la escuela, a nivel más personal?

-La forma del maestro siempre era su forma, su ciencia, porque él era muy honesto y muy generoso en ofrecerla para que otros la aprendieran. Los primeros años de cornadas, de sacrificios, de dureza,... que su vida no fue fácil hasta que se consagró figura del toreo y empezó a salir con los "victorinos" por la puerta grande de Madrid y se consolidó entre los más grandes. Su historia fue admirable, la dedicación, la afición y el cariño al toro, todo lo que transmitía en relación tanto del conocimiento como de la forma de sentir, el respeto que hay que tener en esta profesión, en general, por el toro y por los que se ponen delante, la educación taurina.

Y cómo eran estos hombres de antes, que no eran, a lo mejor, políticamente correctos, eran bastante incorrectos, pero tenían un corazón y una verdad en sus formas y en sus actos, que eran un auténtico ejemplo para los que estábamos bebiendo de esas fuentes.

-También fue su apoderado en los primeros años de su carrera...

-Sí, en mis primeros años de novillero, hasta con picadores en Ronda, donde me contrató el maestro Antonio Ordóñez y tuve una de las tardes más importantes de mi carrera de novillero, o en Quito, donde fui el primer novillero contratado por José Luis Lozano. Allí me llevó por mediación de un almirante; al cabo de unos meses, volví para torear corridas mixtas con el maestro, estaba prevista mi actuación en varias plazas importantes, pero él tuvo una peritonitis y no pudo torear, toreé yo solo y salí triunfador de la Feria de Ambato y le llevé el trofeo al hospital.

Luego nos separamos, por desgracia, en el apoderamiento por unas diferencias que uno no acaba de comprender cómo sucedieron, con ese vínculo de unión que había entre nosotros, pero también la forma de ser de los toreros, a veces, es de mucho orgullo y, por mi parte, también, creo que por mi bisoñez. De haber continuado juntos, creo que mi historia habría sido diferente, pero eso es el destino.

-¿Llegaron a torear juntos después de ese festival malogrado?

-En Toro, precisamente, un festival precioso en la plaza portátil. Tengo unos recuerdos maravillosos de aquello y me imagino que los que estuvieran allí lo recordarán. Las cosas salieron muy bien, había muchos aficionados de Toro que sabían mi recorrido con el maestro y mis andanzas como novillero, que empezaba a despuntar, y fueron extremadamente cariñosos conmigo.

La tierra del maestro siempre se ha proyectado mucho en apoyarme porque sabían del vínculo y me vieron en mis inicios y siempre he estado muy apegado a ellos.

Castilla y León tiene un peso muy importante en el toreo y ha dado toreros y ganaderos muy importantes, a mí me hace sentirme muy orgulloso decir que soy de Burgos y torero castellano.

-¿Llegó a conocer Villalpando de la mano del torero?

-Desde niño. Los familiares y amigos del maestro, que son como familia, son gente muy allegada a mí, he heredado de él grandes amistades y casi familia.

Creo que lo importante es agradecer el apoyo al Ayuntamiento y su alcalde, al que pedí por favor que se le dedicara el cariño y el apoyo y que se haga entre todos un homenaje que esté a la altura de su categoría humana y profesional. Andrés Vázquez no ha sido cualquiera en el toreo, creo que los toros de Victorino Martín existen y han llegado a lograr, al margen del mérito que tengan en la creación de la ganadería, es innegable, pero sin la participación del maestro Andrés Vázquez, que mató los seis de Victorino, que, entonces, eran fieras, ahí estuvo el corazón, el valor y la capacidad del maestro para darle un vuelco a lo que se suponía un imposible y ser capaz con esos toros de salir por la puerta grande de Madrid. Eso ha significado un hito histórico y ha marcado en la historia del toreo. Hay que ponerse en los momentos y en las épocas y reconocer y respetar.

-Vázquez fue tan maestro suyo que hasta en lo de ser actor le siguió...

-Sí, el destino, como yo digo. El arte del cine lo abordó con una capacidad y una personalidad única donde quedó constatado otro hito más que hizo en su vida, matar un toro de Victorino con 80 años, prepararse para ello cuando mató los seis en su época y fue un éxito sin precedentes, aunque no se destacó en la prensa como se merecía, pero toda la familia del mundo del toreo fuimos conscientes de que lo que hizo en Zamora fue algo importante, cómo estuvo con 80 años con un toro con aquellas características y la forma en la que aplicó su indiscutible conocimiento y capacidad de torero importantísimo.

-Al igual que su padre, usted también se pasó a las filas de plata, ¿por qué tomó la decisión? ¿Fue muy costosa?

-No fue fácil, pero, para ser figura del toreo, tienes que reunir en el mismo momento todas las fichas de un puzzle, son muchas y con una sola que te falte, no se puede lograr.

Cuando tuve la oportunidad y era el momento de haber agarrado ese tren fuerte, fue a raíz de la serie de "Juncal", pero mi carrera no estuvo dirigida por una apoderado profesional; desgraciadamente, ahí me equivoqué. Cuando podría haber ido en carteles con figuras, donde podría haberme consolidado, se dedicó a hacer festivales en los pueblos y creo que pagué el error de no querer coger ofertas de algunos apoderados en ese momento, por fidelidad a una persona, pero me quedé en unas manos indebidas y el momento crucial se fue toreando en corridas y festivales de poca relevancia, en vez de haber ido a las ferias o a carteles que podrían haberme dado otro sitio de futuro.

Después de dar una vuelta al ruedo en Madrid en una actuación como matador de toros, me hizo recapacitar y decidí que, con mucha dignidad, se había ido el AVE, pero tenía que coger el Talgo, que la situación estaba muy complicada y el momento de poder optar a esos carteles ya no era. Después de irme con una ovación de Madrid, lo valoré y dije "voy a dar este paso porque mientras que las piernas me sujeten yo quiero ser torero". Y fue un acierto, no fue fácil, a pesar de haber sido matador de toros once años porque hay que empezar demostrándolo de cero, fueron dos años de mucha labor y preparación, seguía afrontando mis entrenamientos como cuando quería ser figura del toreo de oro, pero de plata, y eso sí lo conseguí.

Me hice banderillero, pero no para ser uno más, me lo planteé desde la ilusión y llegué hasta donde quise en quince años, y con toreros como Miguel Ángel Perera y con Francisco Rivera Ordóñez hasta que me retiré, una relación profesional extraordinaria. He tenido el privilegio de vivir el toreo desde todos los ángulos; la mitad, de oro y la mitad, de plata.

-¿Cómo resumiría la esencia de su carrera?

-Han sido 36 años como torero en activo de oro y de plata, no es fácil, lleva un recorrido de mucha vida y de mucha intensidad dedicado al toro y un torero, cuando deja de torear, es duro decirlo, pero la vida pierde mucho interés. Esto es una religión donde nuestro señor es el toro y hay que respetarlo por encima de todo porque mata y es el mejor amigo, y conlleva una lealtad y un sacrificio y una forma de vida coherente para el ejercicio de la profesión. Lo puedes pasar muy mal delante del toro si no haces vida de torero.

-Ahora, se dedica a luchar por los derechos de los profesionales taurinos como presidente de Asprot...

-Es una asociación profesional de toreros de oro y de plata. Llevo una lucha de intentar aportar y de arrimar el hombro. Hay que construir desde el conocimiento y desde la crítica. El toreo también es una industria y como tal hay que regularla, actualizarla, dinamizarla y favorecerla; hacer cosas por los profesionales y por la profesión, por un sector, para que evolucione. No puede haber un monopolio que favorezca sólo a unos pocos, cuando hay dos convenios colectivos, pero se le ha estado dando la exclusividad en los reglamentos a uno solo; además de ilícito, ha garantizado la implantación de un monopolio que discrimina a unos en favor de otros, generan tensiones y diferencias entre compañeros.

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