Zamora que es, aunque no lo parezca, la provincia del agua por ser el cuenco donde reposa el Duero cargado ya de lo que sobra a sus –muchos- afluentes antes de su caída desenfrenada hacia el Atlántico, atesora otro título más visible al que no ha sacado todo el jugo que se merece: Zamora es la provincia del vino. Y debería ser, a poco que viticultores y vinicultores se lo creyeran, la provincia con el mejor vino de España. Queda recorrido, pero el reto está ahí. Condiciones las hay, falta convencimiento y domesticar en favor propio esa actividad tan esquiva en esta tierra que se llama comercialización. La otra cara de la moneda de Baco.

Estamos en tiempo de vendimia, jera que antes capitalizaba la provincia durante las primeras semanas del otoño y que hoy pasa más desapercibida. Ha avanzado la mecanización y con ella el grado de deshumanización.

Con el tiempo, seguro, se impondrá la recolección con cosechadora y el sistema de plantación en vaso pasará a la historia. Pero eso es ley de vida, no significa que el manantial del vino se vaya a agotar, todo lo contrario: si se limpia como se debe, la fuente brotará con más fuerza. Para eso hay que invertir la tendencia, algo que es posible si se hacen las cosas bien.

Zamora ha pasado desde los años setenta del pasado siglo de unas 30.000 hectáreas plantadas de viñedo a poco más de 12.000 en la actualidad. En el camino se han evaporado también los derechos de plantación correspondientes a miles de parcelas que se han ido a otras denominaciones de origen, algunas de Castilla y León y otras de fuera, cuando la ley así lo permitía. Pero no todo está perdido.

Debilidades de las denominaciones de origen

La vitivinicultura tiene futuro en esta tierra, incluso a pesar de los embates del cambio climático. No hay planta más dura que la vid porque es capaz de desarrollar todo su proceso vegetativo (desde que brota la primera hoja de la cepa hasta la vendimia) sin una gota de agua. Además, el sistema de espaldera suele llevar incorporado el goteo y ya se ha dicho en el primer párrafo que Zamora es la provincia del agua, otra cosa es que haya que luchar para conseguir su uso.

Zamora es una de las provincias españolas con más denominaciones de origen y, lo que también es importante, con más castas o variedades. En un territorio pequeño conviven Toro, Tierra del Vino, Arribes y Los Valles de Benavente. En total, una producción anual de unos 30 millones de kilos de uvas. El problema principal es la debilidad de las denominaciones de origen por su escasez de oferta y sus pocos medios para promocionarla.

No es solo problema de los vinos de Zamora. La dispersión de marcas, por encima de 50.000 en toda España, hace imposible que lleguen singularizadas al consumidor. Solo unas pocas lo consiguen después de que las bodegas se gasten en promoción lo que no tienen. Esta atomización –hay casi un centenar de denominaciones de origen en el país- hace también casi imposible realizar campañas nacionales de promoción de consumo (poco más de ocho litros por español y año) en uno de los países con más producción de uvas y menos consumo de vino del mundo.

De fusiones y “paquetes”

¿Qué hacer entonces? Pues no queda otra: agrupar la oferta y vender vino y territorio. También no descartar fusiones entre denominaciones de origen o, al menos, acuerdos de colaboración. Sé que es polémica y que produce ampollas en una parte del sector, pero aquí queda la pregunta: ¿por qué no se abren negociaciones entre Toro y Tierra del Vino? Los terrenos donde crecen las plantaciones son de composición similar y las variedades prácticamente iguales, con una edad media mayor en el segundo caso.

Arribes tiene que luchar más para recuperar, al menos promocionalmente, su idiosincrasia de variedades y su unión intrínseca –mucho más que la que mantiene Ribera- con el Duero, donde el paisaje es el alma y el terreno el corazón que bebe la fuerza acorazada del granito y la pizarra.

Y en cuanto a Valles de Benavente tiene que dar el paso para posar sus reales en el mercado y no solo con la Prieto Picudo, también con las variedades blancas, principalmente la verdejo, que es un lujo, con unas posibilidades inmensas de entrar en el mercado nacional y sorprender a la todopoderosa Rueda.

Parece claro que si es muy difícil llegar al mercado con marcas singularizadas no queda otra que vender “paquetes” con el territorio y la cultura vitivinícola como grandes emblemas, capaces de sorprender a la demanda enoturística, cada vez más rampante.

Hay que potenciar aún más la comercialización conjunta de marcas de varias denominaciones de origen de la provincia, unidas a productos de calidad como el queso. Zamora tiene que llegar al mercado nacional subida en el vehículo de la calidad, montada en la exquisitez de unos productos que están avalados por un territorio descontaminado y donde florece una biodiversidad difícil de igualar en el país por su singularidad y variedad.

No elaborar Coca-Cola con taninos

Bodegueros y viticultores no deben olvidar tampoco ese viejo proyecto que todavía pervive bajo el nombre de Duero-Durius y que tanto impulsó Manolo Fariña con un grupo de técnicos portugueses. El río Duradero, que decía el poeta zamorano Claudio Rodríguez, es uno de los ríos vitivinícolas más importantes del mundo, sino el que más.

No hay, seguramente, otro río con más denominaciones de origen y más vocación vinícola que el Duero que muere en Oporto, precisamente donde se elabora el vino que estrenó ya en 1756, la primera marca de calidad protegida del mundo. Llevar al mercado internacional un “paquete” de vinos con todos los matices que da este río seguramente sería un éxito y un beneficio impagable para las bodegas que se asientan en su cuenca. Hay que dejar de mirar al suelo y hacerlo hacia el horizonte. Y esto vale, sobre todo, para quienes enfriaron hace años el proyecto, que llegó a estar muy avanzado; entre ellos, algún bodeguero de Ribera del Duero.

Que nadie dé por amortizado el vino de Zamora, que tiene tanto recorrido como ganas de innovar puedan tener los vitivinicultores. Una cosa sí parece clara, que no se puede perder la singularidad y que hay que mantener las señas de identidad. Si se empieza a homogeneizar las características de esta bebida, hasta llegar a elaborar una especie de Coca-Cola con taninos y antocianos, se perderá el control del timón y entonces cualquier tormenta de medio pelo se llevará por delante un sector que es mucho más que una actividad económica importante, que es cultura y una forma de vida que tiene mucho que enseñar en estos tiempos uniformes y planos.