La Opinión de Zamora

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Del pasado de Reglero al incierto futuro de Siro en Toro

La empresa zamorana se trasladó hace tres décadas al municipio toresano y fue el germen de la fábrica que gestiona el grupo galletero

Vehículos de la reparto y de trabajadores, en el recinto de la fábrica de Reglero en Toro L. O. Z.

Han pasado tres décadas desde que el olor a galleta impregnara de un dulce aroma las calles de Zamora y desde que se materializara el polémico traslado de la fábrica de Reglero de la capital a Toro, decisión controvertida que originó conflictos laborales y que dejó un vacío en el corazón de la sociedad zamorana.

La fábrica de Reglero fue el germen de la actual planta de Siro en Toro que, en los últimos días, ha escrito una nueva página en su historia por una huelga general que, finalmente, ha sido desconvocada, después de que el grupo y la plantilla hayan sellado un acuerdo sobre un conflicto laboral que se ha cerrado de forma temporal, porque el futuro de la compañía se dilucidará en las próximas semanas, con la entrada en su accionariado de los fondos de capital riesgo Afendis y Davidson Kempner.

Los cinco días de huelga han removido la memoria de los trabajadores más veteranos, que ya han vivido otros momentos convulsos en la fábrica, como la polémica que suscitó la decisión de trasladar la emblemática fábrica de Reglero de la capital zamorana al municipio toresano.

El embrión de la fábrica de Toro fue la empresa que José Reglero puso en marcha en 1964 en la avenida de Portugal de Zamora y que supuso el salto a la producción industrial de dos generaciones de una familia, que logró que sus galletas y pasteles fueran reconocidos y muy apreciados por su calidad.

Aunque la familia abrió su primer negocio en Moraleja del Vino, la confitería se trasladó años después a la capital zamorana y, en la década de los 60, la saga de los Reglero decidió emprender una nueva aventura empresarial con la puesta en marcha de una fábrica que, todavía hoy muchos zamoranos recuerdan, cuyo traslado a Toro se materializó en 1992.

Los meses previos al cambio de ubicación fueron convulsos, sobre todo por la negativa de la plantilla, conformada entonces por 66 empleados, a incorporarse a Icasa y al traslado de Reglero a Toro.

En diciembre de 1991, la empresa zamorana presentó el expediente de traslado de la fábrica y, el 8 de enero de 1992, la plantilla inició una huelga general indefinida y se manifestó por las calles Santa Clara y San Torcuato.

Además, con el apoyo de los sindicatos, los trabajadores presentaron un recurso ante la Dirección Provincial de Trabajo, en el que manifestaban su oposición a la medida anunciada por la compañía.

Escolares visitan las antiguas instalaciones de la fábrica de Reglero L.O. Z.

En el citado recurso, el comité de empresa argumentó su negativa al traslado a Toro en que no existían razones de producción ni de organización, tal y como aseguraba la fábrica, que defendía la necesidad del cambio en base al desfase y la obsolescencia del sistema de producción de las instalaciones de la capital.

Seis días después, la Dirección Provincial de Trabajo desestimó la petición de movilidad geográfica de la factoría, aunque dejó la puerta abierta a que la medida pudiera materializarse a través de la negociación o de la presentación de un nuevo expediente y que la petición se basara en el artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores, que implicaba la modificación de las condiciones de trabajo de los empleados.

Finalmente, el traslado a Toro se materializó en 1992 y, un año después, el grupo Siro adquirió el 55% del accionariado de la empresa zamorana, que estaba sumida en una profunda crisis y que, entonces, estaba dividida en dos: Industria Castellana de Alimentación (Icasa), asentada en las actuales instalaciones de Toro, y Reglero.

Zamoranos en las puertas de las fábrica ubicada en la Avenida de Portugal L. O. Z.

La división se había fraguado tras la venta de la familia Reglero de la mayoría de las acciones al grupo Biscofan y, la entrada de Siro en el accionariado, impulsó la reintegración de ambas empresas que recuperaron el nombre de Reglero S. A.

El 18 de marzo de 1993, Juan Manuel González Serna, presidente de Siro y del consejo de Administración del grupo empresarial zamorano anunció una operación centrada en la unión de Icasa y Reglero, que subsistían en un mismo complejo del polígono de Toro, centros de trabajo separados únicamente por un tabique, cuya coexistencia provocaba desequilibrios en la compañía y dificultaba su gestión.

Asimismo, los nuevos responsables de la empresa se marcaron dos objetivos: producir con eficacia y que la calidad de los productos de la marca Reglero fuera apreciada en el mercado, por su competitividad y prestigio.

Empleadas trabajan en una línea de producción en las instalaciones de la fábrica inauguradas en 2009 L. O. Z.

Posteriormente, Siro adquirió el 100% de las acciones de la fábrica toresana y, en 2006, inició las obras de ampliación de las instalaciones, que pasaron a ocupar 15.000 metros cuadrados, proyecto en el que invirtió 27 millones de euros y que permitió la creación de 80 nuevos puestos de trabajo.

En 2009 fueron inauguradas las instalaciones ampliadas en la fábrica durante un acto, en el que González Serna resaltó la puesta en marcha de una nueva línea para mejorar la competitividad de la planta y atender la creciente demanda de los productos de la marca Hacendado, fabricados para Mercadona, y que obligaron al grupo a aumentar la capacidad de producción en Toro.

Cinco meses después, Arluy, cerró un acuerdo con Siro y adquirió las marcas Reglero y Río, con el objetivo de mejorar su posición y su oferta en el segmento de las galletas a través de dos referencias con una dilatada historia y reconocida calidad en el mercado español, empresa riojana que, desde 2018, es propiedad de la firma francesa Biscuit International.

Tras unos años de relativa tranquilidad, la complicada situación económica que atraviesa el grupo Siro ha movilizado a sus trabajadores, que no están dispuestos a renunciar a derechos laborales conseguidos gracias a la unión y el esfuerzo diario.

La siguiente página en la historia de la empresa la escribirán los fondos de inversión Afendis y Davidson Kempner que, con una inyección económica de 60 millones de euros, pretende que Siro regrese a la senda del crecimiento, cambio que deja la puerta abierta a un futuro incierto para una de las fabricas más importantes de Toro y de la provincia.

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